08. Lijiang

A 150 kms al norte de Dali, en el noroeste de la provincia de Yunnan, se encuentra el encantador pueblo tradicional de Lijiang. El lugar es uno de los mayores polos de atracción turística de China pues su casco antiguo es de los pocos que se conservan casi íntegramente en todo el país. Y, al igual que Dali, esto se debe a un curioso motivo.

Trayecto Dali - Lijiang

Tuvimos la fortuna Lucía y yo de trabar amistad en Kunming con un señor holandés que trabaja para organismos internacionales. Hace unos años, un fuerte terremoto asoló la ciudad de Lijiang, dejando todo el área destrozada. La organización para la que trabaja nuestro amigo tuvo a bien mandarlo a cooperar a Lijiang y, luego, él nos comentó a nosotros por qué aún hoy el pueblo retiene su encanto. Tras el arrasador desastre natural el gobierno quería rehacer la ciudad, cómo no, siguiendo las nuevas corrientes estéticas y dejando para el olvido el tradicional casco antiguo. Por fortuna, las entidades internacionales que ayudaron a rehacer Lijiang, UNESCO entre ellas, pusieron al gobierno contra las cuerdas al decirle que no enviarían ni un solo céntimo a menos que se comprometieran a reconstruir tal cual estaba el casco antiguo. Y así es como Lijiang, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, puede visitarse a día de hoy como ejemplo de población tradicional china. Y la verdad es que el lugar destila encanto por todos sus poros.

Cuando llevábamos unas dos horas en el autocar que cogimos en Dali, subiendo y bajando por enormes sierras montañosas, tocaba hacer la parada de rigor para estirar las piernas, ir al baño o tomar algo el aire. A tal efecto, hay a mitad de camino entre estas dos poblaciones tan turísticas una especie de estación de descanso. Esta estación está en una loma inclinada en lo alto de las montañas, desde las que se disfruta de una impresionante vista de valles casi deshabitados. Y se compone de una gran explanada para aparcar vehículos, que en temporada alta suele llenarse de autocares (lo sé porqué el año anterior estuvimos en el lugar en temporada alta), y una gigantesca nave que acoge los baños, algunas tiendas de bebidas y víveres envasados y... una sala enorme llena de tiendas de joyería de jade y de medicinas tradicionales chinas.

Sí, una especie de centro comercial de conveniencia en el medio de la nada, pero donde todos los autobuses paran en sus rutas por el área. Creo que toda la región tiene cierta fama tanto por el jade como por las medicinas. Lo peor del caso es que, de nuevo cómo no, los precios de estas tiendas es asquerosamente alto. Lo mejor del caso es que uno puede aprovechar y descubrir, tocar y oler las medicinas chinas. Las hay de muy curiosas: desde setas secas de colores y olores especiales hasta una especie de plantas-gusano. Se trata de un gusano que, llegado un momento, se entierra y se convierte en planta. Yo aún no me lo explico, pero eso es lo que nos contaron. Tras algo más de dos horas más de viaje pusimos finalmente los pies en Lijiang para pasar allí dos noches. Aunque el lugar es mundialmente famoso por su casco antiguo, aquí también hay una ciudad más o menos moderna, con su habitual dosis de edificios grandes de horrendo diseño. Pero además también cuenta con callejuelas de casas nuevas hechas, más o menos, al estilo tradicional. La mayoría ubican en su planta baja un espacio que se aprovecha de tienda, ya sea restaurante, ferretería, o taller de forja industrial. Es increíble la de negocios de soporte a la industria que hay en estos pequeños locales.

El Lijiang actual: casas nuevas construidas al estilo tradicional

Andamos un poco y enseguida nos metimos en el casco antiguo. Lijiang es encantador, no me cansaré de repetirlo. A caballo de una gran colina, sus calles estrechas las configuran casitas de dos plantas, de fachada principal de madera barnizada o pintada de rojo y de tejado de tejas negras. Si bien la fachada que da a la calle principal suele ser de madera, las paredes laterales y trasera son de piedra encalada y pintada. Cuelgan de estos tejados farolillos rojos que añaden luz y color a las noches del pueblo.

Callejuela empinada, las paredes laterales de las casas son de piedra encalada

Los farolillos dan luz y color a la noche de Lijiang

Algunas de estas calles añaden serpenteantes canalillos de agua fresca, algunos tan grandes que configuran la propia calle. Hay incluso puentes de piedra que cruzan sobre alguno de ellos. Estos canales son los que han hecho especialmente famoso a Lijiang. Muchos bares y restaurantes han instalado sus terrazas junto a estos canales de aguas cristalinas. Donde no hay canales aparecen pequeñas plazas con fuentes y lavaderos, en uso hoy en día. Y en el canal más grande se pueden adquirir unas velitas sobre un pequeño barquillo de papel para prenderlas y soltarlas en la corriente, se supone que para pedir un deseo y que se te cumpla.

Una de las muchas y tranquilas calles con canal de Lijiang

El canal más grande, lugar para lanzar al agua velas con tus deseos

Restaurantes y bares situados junto a los canales

Llegamos a la ciudad sin reserva previa, pues sabíamos que la oferta de alojamientos del lugar es amplia y de buena calidad. El casco antiguo está lleno de casas tradicionales, de esas de patio central cuadrado flanqueado por tres edificios de dos plantas y un muro delantero con la puerta de acceso, que han sido reconvertidas a casas de huéspedes o albergues. Las habitaciones suelen incluir baño completo, y tanto su estado como su ubicación, en el corazón del casco antiguo, es excelente.

Pero en Lijiang uno se topa con un problema como el de Dali: si eres de fuera te intentan cobrar mucho más de la cuenta, incluso a los mismos turistas chinos. Así que lo primero que hicimos fue establecer una estrategia para conseguirnos alojamiento a buen precio: acordamos mandar a Lucía sola a negociar el precio de la habitación para luego entrar toda la “troupe”. Y funcionó. Tras visitar algunas casas de huéspedes, descubrimos una con las habitaciones recién reformadas a mitad de la colina más grande de Lijiang. Desafortunadamente las habitaciones de los pisos superiores, con vistas espectaculares sobre el mar de tejados chinos negros del pueblo, estaban ya cogidas pero nos dijeron que sus huéspedes marchaban al día siguiente. Otro factor negativo de las habitaciones del piso inferior era que no contaban con taza de váter, en su lugar había el tradicional baño de agujero (algo de lo más común en China, que conste). El precio acordado fue de 80 yuanes (unos 8 €) por habitación y noche.

Vista cenital de la entrada a nuestras habitaciones

Judit en la terraza superior de nuestra posada...

... desde la que se goza de una soberbia panorámica sobre Lijiang

Era ya bien entrada la tarde cuando salimos a descubrir los encantos de la ciudad. Invertimos el resto de la jornada deambulando por sus encantadoras calles y visitando sus innumerables establecimientos comerciales. En Lijiang hay muchísimas tiendas y aunque la mayoría ofrecen los mismos productos fabricados en serie que se encuentran por todo Yunnan, también se pueden encontrar tiendas-tesoros en las que elaboran auténtica artesanía. Así, por ejemplo, una de mis favoritas es una tiendecita vacía de cuyas blancas paredes cuelgan camisetas de colores. En una esquina del local se sienta un joven chino, apenas 20 años, pintándolas a mano. Y por 30 yuanes (unos 3 €), te pinta lo que quieras. Eliges la camiseta, le pagas y al volver en media hora, tiene lista tu camiseta.

La famosa tienda de las camisetas.
El artista-vendedor es el joven y alto chino de la derecha


También hay una tienda en la que un artista decora pequeñas botellitas por dentro pintándolas con motivos tradicionales chinos. Estas botellas se pueden encontrar, de hecho, por todo el país pero en ningún lugar como en esta población las hemos visto de la misma calidad. Además te piden de entrada un precio razonable, elevado lo justo para regatear amigablemente (hay gente en el país que no sabe hacer eso, os lo aseguro) y alcanzamos unos precios muy buenos. Finalmente adquirimos entre los cuatro varios artículos de la tienda.

Y algo fascinante de ver son también las tallas de madera que aquí tienen y hacen. Uno ve bastantes tiendas con este tipo de artesanía y se pregunta donde las tallaran. Pues bien, paseando por una zona algo alejada del centro más turísticos, descubrimos algunos bajos de casa en los que tenían el taller estos artesanos y Lucía se entretuvo un buen rato a contemplar su labor e intercambiar unas breves palabras con ellos. Y verlos trabajar era sin duda fascinante: la delicadeza, minuciosidad y el tiempo invertido en su trabajo le dejaron a uno sorprendido. Y el resultado de su labor es espectacular.

Artesanía en madera

Por la noche, volvimos a nuestra posada: “Panorama View Guest House”. Tomad nota del nombre pues al final sufrimos un par de problemas. El negocio cuenta con una terraza en el piso superior con una soberbia vista sobre los tejados de la ciudad, una estampa digna de recordar, os lo aseguro. Así que decidimos cenar allí.

Cena en “Panorama View Guest House”

Nos ofrecieron una comida típica china: una olla de caldo de pollo con un fogoncillo para ir calentándolo, un pollo enterito en su interior, verduras frescas para ir cocinándolas al gusto en el caldo y un bol lleno de arroz. Pero teníamos la mala suerte de haber topado con una gente pesada a más no poder y poco simpática en general: para decir una cosa se pasaban media hora hablando. Y tras discutir casi media hora sobre precios les dijimos: “de acuerdo, os pagamos los 100 yuanes (unos 10 euros) que pedís pero queremos quedar bien satisfechos”. Esperábamos algo más que lo que acabaron sirviéndonos, pues las verduras acabaron siendo tan sólo de dos tipos. Y en China por 100 yuanes se puede conseguir bastante más. Con la perspectiva del tiempo, pero, he acabado descubriendo que quizás el precio no era exageradamente alto. Eso sí, nadie les quita a la familia de “Panorama View” el ser unos pesados y algo malcarados.

Caldo de pollo con verduras sobre fogoncillo eléctrico

Pero al final nos lo pasamos genial en la cena, aunque alguno pueda decir que le resultó “algo desagradable”. En China hay dos tipos de pollo: el que conocemos en España y otro de piel negra, que es mucho más sabroso. El que nos trajeron resultó del segundo tipo. Además, toda la comida está siempre troceada, pues aquí no se usan cuchillos, sólo los típicos palillos. Y cuando digo que en el caldo estaba el pollo enterito, es que estaba enterito, enterito. Es decir, desde la cresta hasta las patas. No veáis qué gritos, risas y cachondeo cuando, removiendo el caldo con el cucharón para servir nuestros boles, a Oriol le apareció media cabeza y la cresta del pollo. A según quién descubrir algo así en el caldo no le sienta muy bien, y aunque la comida era muy sabrosa, no todo el mundo la disfrutó tras descubrir todo lo que había en su interior. Imprescindible el vídeo de esta entrada, pues es un excelente documento audiovisual de cómo fue la cena.

Para rematar, el segundo problema, otra vez cómo no, fue que los huéspedes de las habitaciones superiores no marcharon al día siguiente, tal como nos habían dicho los propietarios. Y uno sospecha que no fue una decisión repentina e inesperada de los huéspedes sino una estratagema para sacarnos el dinero de al menos una noche. No es que esté mal del todo el hecho, pero es que es toda una jugarreta contra nuestras buenas intenciones. Y como ya íbamos quemados de la cena de la noche anterior, recogimos nuestros bártulos y marchamos en pos de otra posada. Lo dicho, si alguna vez vais a Lijiang os sugiero evitar “Panorama View Guest House”.

Así fue como acabamos en otra casa de huéspedes, también en el centro del casco antiguo. Y esta vez dimos en el clavo. Lucía encontró una familia que recién había llegado a la ciudad y había adquirido y habilitado la casa como posada. Habitaciones nuevas con taza de váter y por sólo 60 yuanes por noche cada una (¿aún no sabéis cuántos euros son? Pues unos 6 €). Por desgracia el nombre de la posada está únicamente en chino (con caracteres, quiero decir), así que no lo pongo aquí. Si me entero algún día del nombre “occidentalizado” o si montan una página web, que lo dudo, actualizaré la entrada.

Desafortunadamente aún llevábamos la mosca detrás de la oreja tras los problemillas en “Panorama View” y cuando la mujer empezó a hablarle a Lucía, los demás nos pusimos algo a la defensiva y atosigamos bastante más de la cuenta a nuestra pobre intérprete. Suerte que Lucía es de la mejor pasta y atendió a la propietaria de la casa pues nos ahorró unos buenos euros.

En Lijiang se encuentran varios parques naturales con templos y monasterios de lo más interesantes. Pero para visitar cualquiera de ellos obligan a cada visitante en primer lugar a comprar una tarjeta que cuesta 80 yuanes (menos de 8 €). Luego, entrar en cada parque cuesta entre 60 y 100 yuanes por personas (de 6 a 10 €). Pues bien, la buena mujer llamó a una sobrina suya que ya tenía las tarjetas primeras y ella nos acompañó hasta el “Parque del estanque del Dragón Negro” y sacó las entradas. Y encima nos dejaron varios paraguas porque llovía.

Del parque es la estampa más característica de Lijiang. En él hay un estanque de aguas cristalinas, me repito y lo sé, sobre el que se refleja un puente y un pequeño templo, recortados ambos sobre un fondo boscoso y una enorme montaña permanentemente nevada.

La estampa más famosa de Lijiang:
el “Estanque del Dragón Negro (Hei Long Tan)”


A pesar de la lluvia la visita al parque fue una gozada para los sentidos. Al llover y no ser temporada alta no había casi nadie y la tranquilidad reinaba por todas partes. Pero una vez dentro y antes de acercarnos al famosísimo estanque, nos topamos con el “Instituto de cultura Dongba”, que es la cultura local de la etnia Naxi, los pobladores originales de la región. En este instituto nos aguardaban un guía que en un muy claro inglés nos mostró el instituto y nos contó un poco la historia cultural de la etnia.

Por lo visto, el lenguaje escrito dongba sólo se transmite de maestro dongba a hijo de maestro dongba. Actualmente tan sólo quedan ocho maestros dongba reconocidos. Y es un lenguaje escrito de lo más peculiar y explícito. Para hacernos una idea, nos mostraron y contaron cómo se escribía “Feliz cumpleaños”. Os describiré más o menos el dibujo: hay un pictograma que representa una casa con una pareja en el interior, él canta y ella baila, lo que indica felicidad; un sol sobre la casa indica que es un día; y finalmente, un pictograma de una mujer (es un muñeco de palo con pelo largo y pechos, por eso se sabe que es una mujer) de la que sale un bebé aún atado por el cordón umbilical, significa el momento del nacimiento. ¿Es o no es explícito este lenguaje? Si más no, es bien curioso.

Además, esta gente se hace un papel de excelente calidad a base de raíces o plantas locales de componente medicinal, lo que lo convierte en repulsivo para los insectos y hace que se conserve durante muchísimo tiempo. De hecho, nosotros estuvimos tocando un papel de 200 años de antigüedad, y había en vitrinas algunos de mil años de antigüedad. Casi al final de la visita, nos presentaron al maestro dongba, que enseña a toda la población. El hombre iba ataviado con un vestido tradicional de lo más pintoresco, pero lo más llamativo era su sombrero, tocado con larguísimas plumas de pavo real. Y, para recoger ayudas para conservar el instituto, el maestro se ofrece a escribir en un papel de estos de larguísima duración alguna frase a cambio de 50 yuanes (5 €). Oriol y Judit decidieron hacerse uno que conmemorara la fecha en que empezaron a salir (creo recordar). Aquí queda testimonio de su papel con la frase dongba, junto al maestro de dicha cultura.

Oriol, Judit y el maestro dongba

Luego salimos del instituto y deambulamos por el parque un buen rato. Nos retratamos junto al estanque que da nombre al lugar, recorrimos sus preciosos jardines y nos perdimos siguiendo un camino que corría junto al río que alimenta el estanque.

Lucía y un servidor en el estanque del Dragón Negro

De nuevo la parejita en los jardines del parque

En el bosque que rodea el estanque, hay muchas y muy coloridas arañas


Y, poco antes de salir, nos topamos con un pequeño concierto de música tradicional china. Junto al templo del estanque hay una casa de gran porche en el que se sitúa la orquestra para deleitar a los visitantes del parque con una selección de la música antigua de la región. Fue encantador disfrutar del espectáculo casi en solitario, pues no había más que un par de monjes del monasterio, un grupo reducido de turistas occidentales y un gato gordo que se encariñó de Lucía y su calorcito y se subió a dormir en su regazo. Ella, claro está, encantadísima y los monjes le dijeron que se podía llevar el gato, que había muchos en la zona.

Orquesta en Hei Long Tan

Al salir del parque, hambrientos, nos perdimos por el centro de Lijiang, acabando para comer en un bonito, cómodo y no muy caro bar-restaurante de corte occidental: el “Prague Café”. En él le hincamos con ganas el diente a grandes bocadillos, pues hacía mucho que no catábamos el pan y se echaba de menos. Luego, pasamos de nuevo la tarde entera buceando entre los comercios de la localidad, siendo testigos de paso de algo un poco extraño.

Paseando por entre las callejuelas nos encontramos con un grupo de señores de mediana edad y bien trajeados zarandeando a un hombre vestido y pelado como un monje que sollozaba. Aquello era un poco “rollo mafia” y procuramos pasar de largo desapercibidamente. Bueno, la verdad es que la calleja era estrecha y pasamos a medio metro del monje, pero con sutileza y discreción.

Cayó la noche, cenamos y marchamos agotados a dormir. La mañana siguiente tomamos otro autobús de nuevo rumbo al norte. Zhongdian, la actual Shangri-la, nos aguardaba en las estribaciones meridionales de los Himalaya.

Recomiendo encarecidamente echar un vistazo al video de esta entrada, pues es un documento audiovisual que retrata lo fantásticamente bien que lo pasamos en un entorno paisajístico de lujo, además de que rebosa de las risas que nos acompañaron todo el viaje. Espero que lo disfrutéis.


Lo que vivimos en Lijiang (74 MB)

07. Dali

Tras el par de días de turista por Kunming organizamos casi una semana para visitar las turísticas localidades de Dali, Lijiang y Zhongdian, rebautizada actualmente como Shangri-la (lo que dice mucho del apego al pasado -y al buen gusto- de los dirigentes del país). La escritura con caracteres de este nuevo nombre tomado del inglés, cuyo origen explicaré en otra entrada, no deja de ser una adaptación fonética de sorprendente resultado. En fin, temprano por la mañana nos levantamos y pusimos rumbo a una de las estaciones de autobuses de Kunming, pues a las 0815 partía nuestro moderno autobús hacia Dali.

Dali es una “ciudad” de tamaño medio sita a orillas del lago Erhai, más o menos en el centro de la provincia de Yunnan y a algo más de 300 kms de Kunming.

Yunnan, ruta de Kunming a Dali

He escrito “ciudad” entrecomillada porque en realidad Dali está formada por dos núcleos. En un primer lugar se encuentra la ciudad vieja de Dali, llamada Dali. Luego, claro está, tenemos la ciudad nueva de Dali, conocida como Xiaguan, y entre ambas hay unos 12 kilómetros de separación. En la prefectura entera de Dali (que incluye pequeños grupos de viviendas no colindantes ni a la ciudad nueva ni a la vieja) residen algo más de 3.000.000 de personas, de las que 40.000 viven en la ciudad vieja.

Dali, a orillas del lago Erhai

¿Y a santo de qué esta separación entre ciudad nueva y vieja? Este es un punto sumo interesante que me permite explicar algunas cosillas de la política china. Hace algunos años, no más de dos décadas, la prosperidad y el turismo llegaron a la región: saliendo de una economía deprimida, la población china empezó a poder hacer turismo por el interior de su país. Dali, que cuenta con un pasado medieval de reinos independientes y sagas dinásticas propias, se hizo famosa en todo el país al ser inmortilazadas esas épocas por un escritor taiwanés de artes marciales cuyos libros son leídos por todos los escolares chinos. Este hecho, junto a una bien conservada y rica arquitectura propia, ha situado a Dali entre uno de los destinos turísticos más importantes de todo el país.

¿Y esto que tiene que ver con la creación de la nueva ciudad de Dali? Pues bien, con la progresiva llegada de dinero y turistas a los gobernantes locales les pareció que debían llevar la ciudad a un futuro mejor. Y como la trayectoria comunista en tal sentido implica la destrucción del pasado, estos señores (siempre son señores) tuvieron la brillante idea de demoler el casco viejo y edificar su ciudad desde cero en una nueva ubicación. Afortunadamente, la construcción de una ciudad desde la nada cuesta muchísimo dinero y, mientras lentamente se iban levantando los edificios e infraestructuras de la nueva Dali, se dieron cuenta que la razón principal de la visita del turista era el tradicional y cálido casco urbano antiguo, con sus encantadoras casitas y tranquilas callejuelas. Desde luego no acudían por los nuevos y flamantes edificios de una ciudad desalmada. Edificios de una estética violenta, muy fea (al verlos sientes una buena torta en plena cara), y construidos con materiales de pésima calidad que con el paso de los años los han afeado aún más. ¿Qué tendrían esos dirigentes en la cabeza al proyectar tamaña desgracia? Sentido común desde luego que ninguno. Además, este caso de desastrosa planificación urbanística no es único en China: en otra entrada comentaré otro caso relacionado, si cabe aún más curioso.

Actualmente tampoco es que haya mejorado mucho la cosa. La ciudad nueva se asienta en la planicie del suroeste del enorme lago de Erhai, que está rodeado por todas partes por una cadena de montañas. La ciudad vieja, al norte de la nueva, se levanta sobre las faldas de esta cadena. Y encima de ella hay una enorme mole gris de edificios modernísimos de diseño ondulado que, me comentaron, es un centro de convenciones con los correspondientes hoteles. Además, junto a esta desgracia arquitectónica que destruye por completo el paisaje (ni se os ocurra pensar que es bonita; desgraciadamente no le hicimos fotos), hay cada vez más grandes complejos urbanísticos de casitas unifamiliares adosadas a ¿adivináis qué?... Campos de golf.


Monasterio monumento nacional junto a un campo de golf

En un momento se está contemplando la vida sencilla y algo atrasada de los agricultores de la zona, de espalda encorvada y ropas llenas del barro de los campos de arroz, para luego girar la vista apenas unos grados y toparse con ese monumento al lujo. Casi ruinosas casitas de gente humilde, con deficiencias en el suministro eléctrico y de agua, junto a modernísimas urbanizaciones. A mi me resultó bastante impactante y me pregunto cuánto tiempo aguantará la gente llevando la dura vida del campo viendo como otros nadan en tan opulenta abundancia.

Y ahora volvamos con la narración de nuestro viaje. El trayecto en autocar por la autopista, que hicimos prácticamente por completo dormidos, discurrió por el verde corazón agrícola de Yunnan. Una mirada por la ventanilla nos devolvía la encantadora imagen de un paisaje de campos de arroz atendidos por mucha gente y salpicado de diminutos villorrios. China es un país en desarrollo y su campo no está demasiado mecanizado y casi no hay vehículos particulares fuera de las ciudades, como demostraba la ausencia de turismos circulando junto al autocar por la autopista. Y aunque el país tiene problemas porque sus zonas de terreno cultivable no pueden abastecer a su enorme población, éste no es el caso de Yunnan, donde hay la gran abundancia agrícola propia de un clima tropical atemperado por la altura.

Al llegar a Dali, a la ciudad nueva, nos encontramos con nuestros primeros problemas. Queríamos comprar los billetes de autobús hacia Lijiang, siguiente parada de nuestra ruta, y estando en la estación de autobuses nos dirigimos a las taquillas de billetes en busca de información. Lucía, con todo lo mona y dulce que es, fue tratada por la chica de la ventanilla con una inusitada dosis de “borderismo” que me la dejó de lo más chafada, y al resto del grupo se nos puso la luna girada. No había billetes para el día siguiente pero tras discutir un rato con esa fiera (cuya oficina estaba protegida por barrotes, lo que no es de extrañar visto lo idiota que era) nos enteramos que en la ciudad vieja había otra estación desde la que partían continuamente autobuses hacia Lijiang.

A continuación intentamos coger algún autobús hacia la ciudad vieja, pero en la desangelada Xiaguan nadie nos supo indicar dónde cogerlo. Finalmente optamos por ir en taxi, visto lo baratos que son en todo Yunnan. Pero ¡ah, amigo, recuerda que hay que regatear! Fuera de Kunming no he visto aún ningún taxi con taxímetro y el precio se debe negociar antes de subir al vehículo. Discutir con los taxistas el precio del trayecto hasta la ciudad vieja nos costó algunos ligeros enfados más pero finalmente conseguimos un precio aceptable.

Aprovecho este punto para expresar mi gran rechazo hacia este sistema económico de la región. El regateo en sí no presentaría muchos inconvenientes si la población no intentara colarte siempre precios de “laowai” (extranjero), problema especialmente acuciado en Dali y Lijiang. A pesar de que nunca puedes saber si el precio que te están dando es adecuado, hay cosas que saltan a la vista y uno se “encabrona” a la tercera vez que alguien abusa de tu rostro pálido. De turista fuera de esta región, uno se ha encontrado con gente más amable que, si bien te da un precio algo más alto, jamás es una exageración. Es decir, se percibe que te dan el mismo precio alto inicial igual que a todo el mundo. Además, en los alojamientos turísticos siempre nos hemos encontrado con gente con ganas de ayudarte y enseguida te informan de lo que se te debe cobrar por los trayectos en taxi. No sé en qué estarán pensando en Dali y Lijiang, pero marchar del lugar con la sensación que te han tomado el pelo no es tener una buena política turística. No creo que ellos se enteren hasta dentro de mucho, porque ya van dos años en los que me encuentro con el mismo problema, pero para los que queráis visitar el lugar, advertidos estáis.

Al llegar en taxi al hotel, y para rematar la faena, topamos con el último problema. En principio viajábamos con la reserva hecha y pagada por una agencia de viajes, pero al llegar a la recepción nos querían hacer pagar la habitación por adelantado. Resulta que la agencia, habitual colaboradora del hotel, no había hecho la transferencia bancaria o se demoraba porque estábamos en plena semana festiva del Día Nacional y los bancos funcionaban a medio gas. Y en el hotel no se fiaban ni de su sombra. En otras condiciones no nos habría importado demasiado, pero tras los percances para obtener dinero para esta semana de viaje (ver entrada “Primeros días en Kunming”), no nos caía demasiada bien gastar los casi 20 € de la habitación. Al final, dejamos el dinero en depósito y nos lo devolvieron al marchar la mañana siguiente.

Interior de nuestro hotel, imitando la arquitectura local

Quisiera comentar aquí que tanto Dali como Lijiang y Zhongdian (me niego a llamarla Shangri-la) cuentan con muchísimas posadas o casas de huéspedes, la mayoría en muy buenas condiciones y con mejores precios que los hoteles, situadas en el corazón del pueblo, normalmente en casas tradicionales adaptadas. Pero estando en plena semana festiva no quisimos arriesgar y le pedimos a la agencia que nos hiciera la reserva por adelantado. Claro está, las agencias no trabajan con estas casas de huéspedes y acabamos en un bonito hotel en el centro de Dali, aunque pagando el doble que en una de las mencionadas posadas.

Teníamos planeado pasar en Dali tan sólo el día de nuestra llegada para la mañana siguiente tomar el autobús hacia Lijiang. Dali ofrece un montón de cosas por ver: sólo su casco antiguo ya es merecedor de medio día de paseo por sus calles; también hay varios parques naturales de gran atractivo; y el lago Erhai y sus 40 kms de longitud dispone de interesantes excursiones en barca o incluso barco. Pero nuestro tiempo era limitado y decidimos invertir medio día en visitar el “Templo y Monasterio de las Tres Pagodas”, uno de los emblemas de la ciudad.

Las Tres Pagodas, emblema de Dali

Judit, Lucía y yo en una típica foto con Las Tres Pagodas

Los cuatro turistas barceloneses en la estampa más típica del lugar

Este conjunto monumental se encuentra a 5 minutos en coche del casco antiguo, y tomamos un autobús urbano hasta él. El autobús nos costó un yuan por persona (más adelante ya veréis porqué pongo el precio). La entrada a este tipo de lugares de interés nacional suele ser muy cara, y nos costó 120 yuanes por persona. Doce euros no es demasiado para un europeo, pero siempre hay que pensar que en China todo es mucho más barato y que para un salario mensual de 100 euros 12 es ya una cantidad considerable.

Una vez en el interior nos lo pasamos en grande. El conjunto ha sido restaurado y embellecido recientemente, lo que se nota en lo agradable de los jardines y zonas arboladas. Pero es que también se nota en todos los edificios, que rezuman un aire algo “falso”. Quizás la mayoría de edificios sean auténticos, pero el restaurarlos con materiales modernos demasiado chillones y darle a la madera capas de pintura en exceso brillante conlleva que uno se pregunte si no está en una especie de Disneylandia.


Preciosos jardines del recinto monumental

Cuesta hacia el primer templo de las Tres Pagodas

Plaza y uno de los templos del monasterio

Sea como fuere, pasamos medio día estupendo paseando por el enorme lugar. El monasterio se compone de una conjunto de templos alineados desde las Tres Pagodas hacia el pico de la montaña. Esto crea el curioso efecto de esconder unos edificios detrás de otros. Nosotros, que desconocíamos este hecho, dejamos atrás las hermosas Tres Pagodas y nos sorprendimos al descubrir más edificios tras el primer gran templo.

En el interior de estos templos siempre se encuentran enormes estatuas de dioses y budas, ricamente decorados. Y pasamos largos momentos deambulando entre estas grandes representaciones.

Los templos cobijan grandes representaciones de deidades

Esculturas y templos presentan vivos colores

Pero al tercer templo ya teníamos la mosca detrás de la ojera y nos preguntábamos, algo cansados ya, cuántos niveles más nos quedarían por andar antes de llegar a la cima. Por fortuna, a esa altura estaban preparando un entarimado y unas sillas para hacer algún tipo de ceremonia y el lugar estaba lleno de monjes pelados ataviados en túnicas marrones, amarillas y naranjas, lo que le daba un toque de color al lugar que lo hacía aún más interesante. Así que nos tomamos unos minutos para recuperar el resuello.

Escenario para una ceremonia religiosa en el monasterio

Ahora sé que éste era el penúltimo nivel del monasterio

En este penúltimo nivel nos refrecamos junto al Buda castigado por los siete dragones

Al retomar el ascenso, y cuando la exasperación empezaba a hacer mella en el grupo de amigos, llegamos al último templete, situado ya en las empinadas cuestas de una boscosa montaña rodeada de nubes. Creo no exagerar al decir que desde la entrada del recinto hasta este punto hay más de dos kilómetros cuesta arriba.

Al final de la cuesta, el último templo

Subimos pesadamente las escaleras que llevaban al balcón superior rodeando otra enorme deidad dorada, y la vista desde esa atalaya mereció todo el esfuerzo de la larga ascensión. Alzándose ante nuestros ojos, algo lejos, las Tres Pagodas y frente a ellas se extendía la llanura y el gran lago de Erhai. Los monjes, sean de donde sean, siempre se han caracterizado por saber dónde hacerse construir sus alojamientos y lugares de oración, no cabe duda.

Vista general desde la cima del recinto, las Tres Pagodas casi invisibles

Ya de bajada nos encontramos con que la congregación de monjes, por lo visto venida de todo el país, estaban celebrando un rito en uno de los templos. La estampa fue de lo más pintoresca, os lo aseguro.

Monjes haylos de todas las edades

Plegarias en el interior de uno de los templos

Ahora bien, lo mejor de toda la visita vino cuando estábamos ya casi en la salida. Hay un lugar tras las Tres Pagodas en el que se encuentra un estanque rodeado de preciosos jardines. La gracia del estanque es que en sus cristalinas y quietas aguas se reflejan las Tres Pagodas y el claro cielo nítidamente. La cosa está en que ya habíamos estado allí de camino arriba, pero de bajada Lucía nos había convencido para alquilar unos trajes típicos y hacernos unas fotos. Tras ojear un poco entre el vestuario, acabamos vestidos de novios en el día de boda. A continuación el resultado del evento.

Ya se sabe que la novia siempre es la más guapa

El novio parece de lo más respetable con un traje así

Y juntos están adorables

Es imposible ser más feliz que esta pareja

Los mejores trajes, el mejor entorno, las mejores parejas
(que nuestras abuelas estaban muy lejos)


Es muy habitual en los parques y zonas turísticas de Yunnan, provincia plagada de diferentes etnias, que haya unas pequeñas tiendas en los puntos de paisaje más bello en las que te alquilan las ropas típicas del lugar para que te hagas unas fotos. Y para los que no tienen cámaras, ellos te retratan e imprimen las fotos al instante. Hay veces en las que incluso no hay tienda y te encuentras con una persona vigilando un perchero que de noche se lleva a su casa de nuevo.

Así que allí estábamos nosotros, pasando unos momentos hilarantes y de enorme diversión con algo tan tonto como son unos trapitos. Y si no creéis posible que uno se ría tanto con algo así, aquí tenéis el testimonio gráfico de la ocasión. ¿Acaso no hay para reír?

Después de una boda, a ver quién va sereno

¿Qué diferencias hay con la fotografía anterior?

Con un cuerno como ese en el sombrero, como para no reverenciar

Al salir del recinto nos acaeció otra situación anecdótica. A las puertas de este tipo de lugares siempre se acumulan diferentes medios de transporte privados dispuestos a llevarles donde les pidas. ¿Recordáis lo que os dije de los precios para extranjeros? ¿Y el coste del autobús desde el casco viejo a las Tres Pagodas? Pues bien, intentamos coger un motocarro, curioso triciclo con capacidad para 4 pasajeros súper apretados y que describiré con mayor detalle en otra ocasión, y el precio que nos ofrecían no bajaba de los 5 yuanes por persona. En esto que vemos llegar el autobús, empezamos a correr tras él y el último conductor de motocarro al que preguntamos tarifa nos empieza a chillar: “¡4 yuanes!¡3 yuanes!...¡1 yuan, 1 yuan, 1 yuan!”. Sin comentarios. Al final, apretamos la marcha y conseguimos pillar el autobús.

De vuelta en Dali pasamos una muy agradable anochecer deambulando por las encantadoras calles de la ciudad vieja. El casco antiguo está limitado por unas grandes murallas, aún en pie a día de hoy, con cuatro enormes portones de acceso. En esta zona amurallada se encuentra una ordenada población, de rectilíneas calles al estilo del Eixample barcelonés, las cuales se han volcado con el turismo.

Plano de la ciudad vieja de Dali

Judit, Oriol y yo en una calle de Dali

No hay casa que no sea tienda de souvenirs, bar, restaurante o casa de huéspedes. Y por ellas anduvimos visitando tiendas, comprando en alguna ocasión y disfrutando del entorno urbano.

Entorno urbano, para disfrutarlo

Oriol y yo descansando en el susodicho entorno urbano

Debo comentar que, aunque la ciudad recibe riadas de turismo chino, el casco antiguo suele ser un lugar no demasiado concurrido. Esto se debe a que los grupos turísticos se alojan en los grandes hoteles de la ciudad nueva (y desvencijados, el año anterior estuvimos viajando con uno de estos grupos y lo sabemos por experiencia).

Algo a señalar de la ciudad vieja de Dali, así como también de Kunming, es la existencia de una especie de Chinatown a la inversa: una calle de bares, restaurantes y posadas de estilo occidental. En uno de estos bares, que siempre son muy acogedores, nos sentamos a tomar unas cervezas antes de dar por concluido nuestro primer día de viaje.

La mañana siguiente, sin madrugar, nos levantamos, empacamos y nos dirigimos a la estación de autobuses de la ciudad vieja. Allí cogimos asiento en un pequeño, viejo y desvencijado autobús que cubre la ruta Dali-Lijiang y nos preparamos para un viaje de más de cuatro horas hasta nuestra siguiente parada.


Autobús que nos llevó de Dali a Lijiang

Una buena anécdota con la que finalizar este relato acaeció apenas pasados unos minutos de trayecto en el autobús. Nos encontrábamos ya en la autopista camino de Lijiang cuando el chofer recibió una llamada en su móvil. El hombre dio media vuelta allí mismo (sí, el concepto de autopista en Yunnan difiere un poquito del nuestro), volvió hasta el corazón de Dali y recogió a dos turistas occidentales antes de volver a tomar nuestro camino hacia el norte. En total creo que perdimos una media hora, pero no se puede negar el excelente trato al cliente que dispensaron a esos dos turistas.

Ya nada más queda por decir, tan sólo recomendar el vídeo de esta entrada, pues refleja perfectamente lo bien que lo pasamos en nuestra visita a Dali (obviando los problemillas de nuestra llegada).


Lo que vivimos en Dali (91 MB)