04. Hong Kong

Hong Kong es una extensión de territorio chino que hasta 1996 perteneció al Reino Unido. Tras un siglo y medio (aproximadamente) de dominación británica, China recuperó el control de dicha zona, formada por una península y un buen puñado de islas e islitas. El gobierno chino ha denominado a todo el área “Hong Kong Special Administration Area” y le ha aplicado un régimen administrativo distinto al del resto del país, para que la asimilación a la nueva situación política no sea traumática. No hay que olvidar que Hong Kong puede considerarse uno de los centros financieros más importantes de todo Asia, confluencia de los mercados orientales y occidentales (y eso engloba un mercado de miles de millones de personas),... Tanto es así que la ciudad se ha creado el eslogan: “Hong Kong, Asia’s World Market”. Mejor no jugar con la gallina de los huevos de oro ¿verdad que sí?

Lo que conocemos por Hong Kong no es sólo una ciudad, bueno, sí que lo es. Más bien parece un conjunto de localidades que comparten el mismo nombre pero que se esparcen a lo largo y ancho de todo el territorio, puñado largo de islitas incluidas. El corazón de la metrópolis es Victoria Bay, rodeada de innumerables y gigantescos rascacielos tanto de Kowloon, al norte (que incluye Tsim Sha Tsui y Chungking Mansion -ver anterior entrada del blog-), y Hong Kong Island al sur.


Victoria Bay y la impresionante fachada norte de Hong Kong Island

Por otra parte, algo que sorprende es que, hasta en los lugares más alejados y aislados, se pueden encontrar los rascacielos de viviendas tan característicos de Hong Kong. Rascacielos con más de treinta plantas de minúsculas viviendas en lugares rodeados de vegetación y alejados del corazón de Hong Kong... a pesar de contar con muchísimo lugar donde construir. Una vez alguien me dijo que la gente de Hong Kong prefería vivir cerca de los centros comerciales, los servicios y los medios de transporte, y nada más llegar comprobé que allí donde hay una estación de tren, se apiñan los rascacielos con un montón de parques y bosques a su alrededor. Por ejemplo, la cara sur de la isla de Hong Kong está salpicada de núcleos de enormes rascacielos rodeados de lujosas villas residenciales, construido todo ello a orilla del mar o en puntos privilegiados en medio de las boscosas colinas de la isla. E incluso junto al aeropuerto, a 45 minutos en coche del centro, hay apiñados un buen puñado de estos grandes edificios... porque hay una estación de tren y líneas de autobuses.

Aberdeen, entre el mar y las montañas emerge este barrio al sur de Hong Kong Island

Repulse Bay, los rascacielos motean una isla paradisíaca

El famosísimo skyline de la ciudad sorprende no sólo por la altura y diseño de sus edificios sino también por estar al borde del mar, sobre unas islas montañosas cubiertas por densos bosque. Esa es una de las grandes y más atractivas peculiaridades de la ciudad: en Hong Kong uno no tiene la sensación de encontrarse en una jungla de asfalto, pues hasta en el mismísimo centro de la ciudad uno siente la naturaleza a no más de un kilómetro. Además, los parques de la ciudad son encantadores: grandes y con muchas y variadas instalaciones. En ellos hay desde fuentes, jardines y cenadores hasta pistas deportivas, prados de hierba y circuitos para hacer ejercicio. Y si no queda espacio para un gran parque, por doquier se encuentran pequeñas plazas con una cancha de baloncesto, un parque infantil o un pequeño jardín. Un improvisado partidillo en una media cancha de baloncesto rodeada de altísimos edificios es una singular estampa que uno difícilmente olvida.

Victoria Park, los rascacielos flanqueando al gran parque del centro de la ciudad

Hong Kong es una ciudad cosmopolita y multicultural, donde uno no se siente fuera de lugar pues aunque dominan los asiáticos se encuentra gente de todas las razas por todas partes. Y, a pesar de su enorme población, es una ciudad limpísima que ha conseguido incluso erradicar la costumbre china de escupir al suelo (a base de duras multas, por cierto). Todas las calles cuentan con locales comerciales y en ellas nunca faltan restaurantes, bares e incluso supermercados abiertos veinticuatro horas.

Las calles de Hong Kong siempre cuentan con una fuerte actividad comercial

Moverse por ella resulta bastante agradable, pues las aceras suelen ser amplias y están en buen estado y cuenta con uno de los mejores sistemas de transporte urbano del mundo. Una vía discurre por el sur de Victoria Bay, Hong Kong Island, de este a oeste, transitada por tranvías de dos pisos. Estos vehículos, auténticas joyas de anticuario excelentemente conservadas, están íntegramente decorados con siempre elegantes anuncios publicitarios. Su frecuencia de paso es excelente y en menos de medio minuto tienes un tranvía en la parada. Y encima su coste es casi ridículo: 10 céntimos de euro por trayecto, aproximadamente.

Tranvía de dos pisos de Hong Kong

El metro de Hong Kong, famoso donde los haya, ofrece también una muy buena frecuencia de paso. Y si es preciso hacer algún cambio de línea, los convoyes están perfectamente coordinados para que al hacer el pasajero el recorrido de trasbordo, se encuentre con el siguiente convoy esperando su llegada. De todos modos, a diferencia y para gloria de mi querida Barcelona, el metro de Hong Kong cierra sus puertas a las 0200 de la noche todos los días, eso sí. Y allí donde no llegan ni metro ni tranvía, Hong Kong dispone de los famosos autobuses de dos pisos británicos (modernos, no los clásicos londinenses) que tanto recorren el corazón urbano como conectan los distintos núcleos de rascacielos esparcidos por todas las islas. Claro que, estos grandes autobuses no son aptos para zonas de callejuelas ni para cortas distancias pues su consumo es elevado. A tal efecto, y tal como ya se hace en Barcelona desde hace algunos años, Hong Kong dispone de una flota de minibuses de aspecto muy simpático que uno se va encontrando hasta en las callejuelas más recónditas de la ciudad.

Minibús de Hong Kong

Y para rematar la jugada, los taxis son realmente baratos. Me fijé en que todos eran el mismo modelo de coche y en cuanto cogimos un taxi aproveché para hacerle algunas preguntas al conductor. Resulta que los taxis de Hong Kong funcionan con gas natural, que está subvencionado, y por eso el combustible les sale más barato. De ahí que todos los coches sean el mismo modelo de la casa Toyota, pues imagino que debe ser la única que fabrica motores de automóvil de tal tipo. Para que os hagáis una idea, una carrera de 10 minutos sale por unos dos euros y medio. Si tenemos en cuenta que, salvo la comida que es bastante más barata, los precios de Hong Kong quizás solo sean un diez por ciento más baratos que los de Barcelona, se puede decir que ir en taxi es algo realmente asequible. Aquí os dejo una foto de uno de esos taxis, cuya pintura es tan representativa de la ciudad como lo es la de los de Barcelona.

Taxi a gas de Hong Kong

Hong Kong es una ciudad que dispone de muchos lugares de interés turístico y por eso los casi cinco días enteros que pasamos en la zona se nos quedaron algo cortos. La misma noche de nuestra llegada, la ciudad nos brindó una cálida bienvenida mostrándonos su luminoso aspecto nocturno de urbe moderna y Nathan Road y sus alrededores, Chungking Mansion incluida, nos parecieron un lugar lleno de maravillosas diferencias por descubrir. Impulsados por el hambre nos perdimos por los aledaños de nuestro hostal en busca de un restaurante. Hong Kong está llena de ellos, siendo su mayoría locales de pequeño tamaño (no mucho más de una docena de mesas) con especialidades chinas mezcladas con algunos platos occidentales. Y la mayoría tienen unos muy aceptables precios: cada ágape nos salía por algo menos de 7 euros.

Lucía y yo en un pequeño restaurante en los aledaños de Chungking Mansion

Nuestro primer día en la ciudad empezó de forma algo desorientadora, no sabíamos ni por dónde empezar a mirar. Así que echamos a andar Nathan Road hacia el sur hasta el puerto (¿adivináis quién insistía en ir en esa dirección?). Una vez allí dimos un par de vueltas buscando dónde comer y, al volver al puerto, decidimos embarcar en una especie de Golondrinas llamadas “Star Ferry” que cumplen función de trasbordador entre islas pero que, como en Barcelona, también ofrecen un paseo turístico por toda Victoria Bay. El barco, de diseño algo antiguo, estaba en perfectas condiciones. Llamaba poderosamente la atención tanto su simetría proa-popa, como las Golondrinas barcelonesas navega tanto en un sentido como en el otro, como su marcado arrufo (esa curvatura que hace que su forma parezca aplatanada). Su interior, forrado y amueblado de madera, albergaba una pequeña barra de bar y varias mesas de juegos chinos, de cartas y simples. Y en proa y popa (recordemos la simetría) ofrecía unas magníficas cubiertas con sillas de plástico que no dudamos en ocupar para disfrutar del espléndido paisaje urbano.

Hong Kong Island con gemelo de nuestro barco en primea línea

En general, fuimos algo desorientados todo el primer día en la ciudad. Afortunadamente Lucía tiene familiares que viven en Hong Kong y quedamos con Julia, una prima lejana suya, para subir a Victoria Peak, la cima que domina Hong Kong Island. Fue para alucinar. Julia disfruta de una holgada posición económica y, cuando nos vino a recoger una mini furgoneta de lujo conducida por un chofer nos quedamos asombradísimos. Sólo con mencionar que las puertas de pasajeros de ambos lados se abrían automáticamente queda todo dicho...

Una furgoneta con chofer para llevarnos por Hong Kong

En la cima nos encontramos con Julia y una amiga suya. Para rematar la jugada, vimos llegar a ambas mujeres cada una con su coche: Julia en un pedazo de Lexus dorado y su amiga Amenda en un enorme Mercedes. La vuelta al hostal en esos coches fue como una película, no sólo por el lujo sino sobretodo porque en Hong Kong conduce todo el mundo a toda leche. Efecto que se maximiza cuando las calles son empinadas y estrechas. Pero antes de bajar de Victoria Peak volvimos a ser invitados a cenar, en esta ocasión en un restaurante del centro comercial situado en el pico de la montaña. Centro que, como característica notable junto a su ubicación, cuenta con un edificio en forma de yunque y desde el que disfrutamos de unas inmejorables vistas de la bahía de noche.

Julia, la prima de Lucía, Lucía, yo, Judit y Oriol en Victoria Peak

Algo que sorprendió tanto a Amenda como a Julia fue que nos alojáramos en Chungking Mansion. Nos dijeron que era un lugar en el que la policía no se atrevía a entrar, que era un nido de ladrones, una ratonera en caso de incendio (cosa que había sucedido hacía algunos años), que nuestro equipaje no estaba a salvo en sus hostales y otras cosas por el estilo. Estaban realmente asombradas y Julia, aprovechando que iba a reformar el interior de su piso y que se alojaba momentáneamente en otra casa, nos insistió en que nos mudáramos a su piso. Como entre nuestro equipaje figuraba el material informático de Lucía, pues acabamos aceptando. Imagino que también influiría el hecho de que Chungking Mansion parece ajustarse a la descripción que ambas mujeres nos dieron. Y no veáis qué cambio supuso ir a su casa. Situada en un alto piso de una enorme torre de viviendas del mismísimo corazón de la ciudad, contaba con una criada viviendo en su interior.

Exterior de la vivienda de Julia

Durante la cena de la noche anterior, en Victoria Peak, nos informaron que el parque de atracciones Ocean Park es un lugar de Hong Kong que hay que visitar y que se encuentra en la vertiente sur de Hong Kong Island. Así pues, la mañana siguiente el chofer nos volvió a llevar de viaje en la extrema comodidad de esa furgoneta. Y nosotros seguíamos flipando. Aquél día queríamos visitar la parte menos urbanizada de Hong Kong Island, es decir, su vertiente sur. Nuestro objetivo era pasar la mañana en Ocean Park y la tarde en Stanley y su, por lo visto, famoso mercadillo de artesanía.

Al sur de Hong Kong Island visitamos Ocean Park y Stanley

En Ocean Park pasamos la mañana entera, básicamente visitando sus instalaciones zoológicas. Vimos pandas, delfines, tiburones, peleas de focas e hice un poco el congrio (os recomiendo que le echéis un vistazo al vídeo que hay al final de esta entrada).

Un panda de Ocean Park

Las focas “WWF Pressing Catch” de Ocean Park

Yo casi haciendo el congrio. Lucía no, claro

Por la tarde marchamos un poco más al sur, al mercadillo de artesanía y de todo un poco de Stanley. En esta ocasión, el mercadillo consistía en un edificio de estrechos pasillos y abigarradas tiendas. Pero la mayor sorpresa no fue el mercadillo, sino la calita de Stanley. Disfrutamos del solaz y descanso de una pequeña playa de aguas cristalinas situada al final del mercadillo, en cuyo borde había unas pintorescas y diminutas casitas de pescador. Luego, nos perdimos por unos estrechos aunque agradables callejones en busca de algún restaurante. Echad un ojo a las fotos para comprobar lo agradable del ambiente de Stanley.

Lucía y Judit en la playa de Stanley Market

Agradables callejuelas de Stanley

Llegó la hora de partir y cogimos un autobús de dos pisos para volver al palpitante corazón de la ciudad. ¿Recordáis lo que os dije sobre cómo se conduce en Hong Kong? Pues los autobuses no son una excepción. Ir en el segundo piso de aquel autobús circulando muy deprisa por una sinuosa carretera que subía y bajaba junto a empinadísimas cuestas cubiertas de árboles nos mareó un poco a todos, pero fue espectacular (sobretodo la bajada hasta el centro de la ciudad).

Una vez allí cogimos el metro y nos fuimos a reunir con Livin, un chico de Hong Kong que hacía un par de años habíamos acompañado de visita por Barcelona. Él tuvo a bien devolvernos el favor y nos acompañó a varios de los lugares más simbólicos de la ciudad (tengo la sensación de estar siempre repitiendo los mismos adjetivos). La primera noche nos llevó a la parte norte de Nathan Road (Chungking Mansion quedaba en la parte sur de la calle) donde nos echamos las ineludibles fotos que todo el que pisa la ciudad debe hacerse.

Nathan Road nocturna. De izquierda a derecha: Oriol, Judit, yo y Lucía

Nathan Road nocturna. Livin, nuestro guía de la ciudad

Tras las fotos de rigor Livin nos descubrió Temple Street, un mercadillo con todas las de la ley en que uno puede encontrar de todo, desde ropa de imitación o tradicional china hasta electrónica barata (transistores y tal) y material sexual (era espectacular la paradita llena de consoladores y material sado regentada por una viejecita china toda arrugada). El lugar es un enorme tinglado que ocupa varias calles de la ciudad cada noche de 2000 a 0200. Especial mención a la sección dedicada a la futurología. Ya sea leyendo la mano, tirando las cartas o haciendo que un pajarito te elija un sobre, en ese medio centenar de paraditas uno puede pagar para que le digan qué esperar del Destino. Ahora, lo mejor son los restaurantes que hay en medio del mercadillo. Uno va andando entre paraditas cuando, de repente, se encuentra rodeado de mesas llenas de gente. A lado y lado de la calle, restaurantes abiertos muestran bandejas llenas de sus productos frescos, especialmente marisco, y sus fogones esparcen aromas y calor entre el personal.

Restaurante abierto de Temple Street. Los fogones en primer término

¡Todo fresco! Elija y en un periquete se lo cocinamos en sus narices

Y allí, Livin nos invitó a compartir una sabrosa cena. Madre mía, cómo comimos aquella noche...

... una tortilla de ostras rey,...

... arroz con salchicha dulce,...

... escamarlanes,...

... un plato de verdura china,...

... un bol de algo que no recuerdo pero que estaba riquísimo...

... y unas buenas cuantas botellas de Tsing Tao.

Cerveza casi universal en China que según la actual normativa se escribe “Qing Dao”. ¡Acabamos realmente contentos tras aquella cena!

Cena de marisco liquidada. ¡La alegría salta a la vista!

Livin nos llevó luego a ver la bahía de la ciudad. De camino a allí descubrimos algo que, como venía siendo habitual, nos dejó asombrados. En un restaurante de Nathan Road tenían unas peceras. Y en ellas había marisco y peces.

Restaurante de Nathan Road con peceras y súper pez

Se suponía que los edificios de la bahía debían estar todos iluminados pero debido a lo tardío de la hora en que llegamos la mayor parte de edificios ya tenían apagadas sus luces. A pesar de ello, la vista era espléndida y nos echamos las consabidas fotografías que, al ser de noche, quedaron en su mayoría bastante mal. A continuación fuimos a la zona de bares de moda de la ciudad. Situada en unas empinadas y cortas callejuelas de Hong Kong Island, Lan Kwai Fong está llena de bares de estilo occidental, mayormente británico. Desgraciadamente, los precios también son de ese estilo y no tomamos más que un par de cervezas... Heineken y Carlsberg. ¡Jajaja! Livin celebraba su cumpleaños y se fue a buscar a sus amigos. Obviamente nos invitó, pero con el desfase horario y el cansancio que llevábamos declinamos su invitación. Fuimos a tomarnos la pinta de Carlsberg (lo sé, lo sé, pero es que era lo poco que había más o menos de precio aceptable) y al rato echamos a andar de vuelta a casa de Julia.

Judit, Oriol, yo y Lucía en el exterior de un bar de Kwai Lan Fong

Durante el resto de nuestra estancia nos movimos básicamente por la zona de Victoria Bay. Las calles de Hong Kong Island tienen unas diminutas entradas cargadas de rótulos que invitan a visitar centros comerciales especializados. Si uno se atreve a subir sus gastadas escaleras se adentra en una especie de pequeños pasillos copados de aún más pequeñas tiendas, en nuestro caso visitamos uno especializado en informática, cosa nada extraña teniendo en cuenta que Oriol es un informático fan de su trabajo. Y, si bien los precios eran algo más baratos que en España, había algo que sí que valía la pena mirarse. Los ordenadores Mac eran quizás un quince por ciento más económicos. Y con los precios que tienen eso ya es un buen ahorro. Debo añadir que, resulta gracioso, tardamos unos cinco minutos en encontrar la salida entre tanto pasillito y minitienda. Y no sólo son estos minicentros comerciales los que ocupan las primeras plantas de los edificios. En general, asoman a todas las calles pequeñas porterías llenas de carteles anunciando los negocios que bullen en su interior: grandes, lujosos restaurantes u otros pequeños y “cutres”; consultas médicas; saunas con “algo más”; bufetes de abogados; zapaterías; tiendas de deportes; gimnasios;... todo lo que a uno se le pueda ocurrir, lo puede encontrar tras una de estas misteriosas porterías.

Entre otras cosas recorrimos las calles de Hong Kong en tranvía, tomamos un tradicional desayuno cantonés con Julia, su hija menor y sus padres, nos fijamos que...

... en Hong Kong también tienen Vespa, ...

... que saben hacer graffitis muy chulos y didácticos (lo cortés no quita lo valiente),...

... visitamos Victoria Park, el pulmón de la ciudad, y... Amenda, la amiga de Julia, organizó una barbacoa en su piso para el Día Nacional de China, que es el primero de octubre. La barbacoa tuvo lugar al atardecer en las áreas comunes del, cómo no, enorme rascacielos, también cómo no, en el centro centrísimo de Hong Kong. No creo que sea necesario decir qué coches había aparcados en el parking. Aún me río recordando una cena algo incómoda, pues allí había gente que hablaba muy distintos idiomas y que provenía de estratos sociales algo distintos. Bueno, a algunos nos resultaba “especial” que de hacer la carne y toda la faena se encargaran las tres criadas filipinas de las tres familias locales con las que cenamos. Fue una pena que no lográramos establecer una buena conversación, pues ni el chino de Lucía se parece al que ellos (perdón, ellas: no había ni un solo hombre salvo Oriol y yo) hablaban y el inglés tampoco era ni nuestro ni su fuerte. Cuando llegó la hora de los fuegos artificiales, subimos al lujosísimo piso de la familia de Amenda y observamos el espectáculo desde tan privilegiada ubicación. Disfrutar de los fuegos no disfrutamos mucho, pues nos quedaban algo lejos y medio ocultos tras otros rascacielos, pero pardiez si no era una gozada contemplar la ciudad desde aquella altura. Mirad, mirad...

Vista desde el piso de Amenda

Y con eso, llegamos al final de nuestra estancia en Hong Kong. La ciudad dejó en mi un muy agradable recuerdo y la sensación de haber visitado una de las mejores ciudades del mundo. Le puede quedar un regustillo amargo a uno al contemplar rascacielos recién construidos, impecablemente diseñados y muy bien acabados junto a viejos bloques de viviendas con aparatos de aire condicionado, tuberías y cables colgando de su fachada, sucia y muy deteriorada por la humedad. Pero, como es lógico, es imposible que un edificio de hace más de veinte años esté en las mismas condiciones que uno moderno. Y, de todos modos, dicho contraste le da encanto y carácter a las calles de la ciudad.

Muy a pesar de Chungking Mansion, en Hong Kong uno no se siente ni extraño ni amenazado. En todas partes me sentí seguro, y el hecho de que todo esté tan limpio creo que tiene bastante que ver. Y, en cuanto a seguridad, tienen tan asumido que hay que hacer las cosas para que nadie salga herido que en los pasos de peatones hay una flecha pintada junto a la acera que te dice hacia qué lado debes mirar antes de cruzar, pues en Hong Kong el sentido de la circulación es inverso al del de casi todo el mundo, incluida la China continental. Cosas de la herencia británica. En Hong Kong, nos han asegurado sus residentes, trabaja todo el mundo muchísimo. El impresionante parque automovilístico, desde coches y furgonetas a motos de gran cilindrada, así como la gran cantidad de hoteles, restaurantes y bares de lujo que hay a lo largo de todas sus principales calles, deja intuir que se mueven montones de dinero,. Ciertamente Hong Kong es un lugar cosmopolita, abierto al mundo y en el que debe ser agradable vivir si a uno no le molesta ni un clima bastante caluroso y húmedo ni una arquitectura en lucha hacia el cielo. Por lo que a mí respecta, no me importaría ser residente en esa ciudad.

Y, tras el habitual tostón de texto, dejo a modo de resumen un par de vídeos de nuestra buenísima experiencia en la magnífica ciudad de Hong Kong, “Asia’s World Market”.




Viaje en trasbordador por Victoria Bay, centro de la ciudad (42 MB)



Lo que vivimos en Hong Kong (52 MB)


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya pedazo de vistra que tiene la casa de Amenda!!!! (parece uno de los dibujos de Neo Tokyo de Masamune Shirow

Anónimo dijo...

Buenas Jordi y Lucia!!!

ya voy viendo que os esta yendo de maravilla por esas tierras lejanas.

Yo pase no muy lejos de allí hace un par de semanas, pero a demasiada altura para saludaros :p

Yo tambien tengo un monton de cosas nuevas que contaros y de fotos que enseñaros, peroeso sera para cuando volvais.

Os deseoq ue os lo pasais lo mejor posible en vuestra larga estancia allí y que aprendais mucho xino.

RyU

Anónimo dijo...

Hola!...mira..ke estábamos mi novio contreras y yo contrarias buscando información de Hong Kong y no veas Jordi!!!vaya historia ke has contando chaval!!mu buena!te la has currao tio.nos ha molao
y mañana cogemos un vuelo pa hong kong!nos has vendio la moto!!

Saludos a Lucia!

una cosa Jordi por bajines.....¿le has contado a Lucía lo de Amenda?....suerte tio!

J. "HappySan" Gastón dijo...

Oh, pues me alegro que os haya "convencido" no sé de qué. Por cierto, ya podrías decir quién eres. Y si no lo dices, pues da igual. :p

PD: a Lucía, por cierto, nunca se le escapa nada.