06. Primeros días en Kunming

El segundo de octubre, tras un vuelo de dos horas desde Hong Kong, el aeropuerto de Kunming nos dio la bienvenida a la ciudad, capital de la provincia china de Yunnan. Esta provincia, cuyo nombre significa “Nubes del sur”, está situada en el sur de la República Popular China, entre los 20º y 30º de latitud norte.

Situación de Yunnan dentro de China

Una vez realizadas todas las formalidades de entrada al país y recogido nuestro equipaje, cogimos un taxi rumbo a nuestra nueva morada. Nada más salir el vehículo del parking del aeropuerto, ya tenemos nuestra primera anécdota. Hay varias personas que trabajan repartiendo publicidad de agencias de viaje. Se trata de unas tarjetitas, del tamaño y material de las tarjetas de visita de empresas, en las que siempre hay una foto de un avión, el nombre y número de teléfono de la agencia y, en el reverso, un cuadro con los precios de sus vuelos a las ciudades chinas. La anécdota empieza cuando esta gente, situada en medio de la carretera te tira las tarjetas dentro del taxi a través de la ventanilla... cuando éste está en movimiento. ¡Y tienen puntería, estos tipos! Así que la tarjeta, mejor dicho las tarjetas, pueden llegarte a la cara con cierta energía. Afortunadamente nadie salió herido.

La carrera hasta el corazón de la ciudad duró unos veinte minutos aproximadamente y nos costó cerca de 25 yuanes (algo menos de 2,5 €). Con unos precios así, no es descabellado el hacerse una visita turística por toda la ciudad sin bajar del taxi. Obviamente, lo primero que hicimos al llegar a casa fue desempacar e instalarnos.

Lucía y yo instalándonos en nuestro nuevo hogar

Decidimos pasar un par de días en Kunming haciendo el turista para mostrarles la ciudad y sus encantos a Judit y Oriol. Pero antes debíamos pasar por el banco para cambiar dinero y, Lucía y yo, abrir unas cuentas bancarias con el dinero para pasar todo un año en China.¡Ay, amigo! eso puede ser un problema si estás en medio de la semana del Día Nacional. China dispone al año de tres semanas de fiesta oficial a lo largo y ancho del país. Tres semanas en las que todo el mundo vuelve a su pueblo a ver a la familia o se va de turismo. Tres semanas durante las que todo se detiene y en las que los lugares turísticos se saturan. Y llegamos nosotros a Kunming precisamente en una de ellas.

Así que, no entiendo aún bien por qué, enseguida nos enteramos que en cualquier banco lo máximo que podíamos cambiar al día eran 140 €. Con esa cantidad uno tiene de sobras para pasar unos días en China, pero necesitábamos algo más pues queríamos ir de turismo por la provincia durante una semana. Y diréis “Pues id cambiando de banco y ya está”. Lamentablemente, el tiempo que precisaron los operarios del banco para cambiarnos moneda y abrir dos cuentas corrientes fue extraordinario: algo más de dos horas. Decidimos ir tirando con lo que teníamos y no perder más tiempo en oficinas bancarias. Y no podía faltar el detalle. Abrimos nuestras cuentas e ingresamos nuestro dinero en euros porque no lo podían cambiar, con lo que no podíamos sacar dinero ni de la libreta ni de la tarjeta asociada.

Es increíble, allí, en el Banco de China, nos encontramos un puñado de occidentales todos con el mismo problema. Por fortuna, unos en un sentido y otros en otro. Así que hicimos un trueque con un joven suizo: yuanes por euros. Como el cambio es 1 € a 10 yuanes y un pico, fue sencillo. Por cierto, en el exterior del banco siempre hay un montón de mujeres que te ofrecen cambiar. Ni se nos ocurrió darles cancha preguntando, que cualquiera sabe que trapicheos raros se lleva esa gente. A posteriori nos comentaron que lo que hacen es cambiarte dinero por billetes falsos. En China, país de la falsificación, circulan muchísimos billetes falsos. Tanto es así que siempre que pagas con billetes grandes, en cualquier lado se los miran y remiran buscando unos “defectos estándar” que por lo visto tienen los billetes falsos. Se dice que parte de tanta falsificación proviene de Taiwán, que por hacer la puñeta a sus vecinos inunda el país con falsificaciones cada vez mejores. Si mal no recuerdo, en una película de James Bond el villano de turno planeaba hacer algo parecido.

Bueno, una vez avituallados económicamente salimos a descubrir la ciudad. Pasamos un par de días callejeando. Visitamos la calle vieja de Kunming, donde se halla un vibrante mercadillo de artesanías locales producidas en masa, material de ferretería, navajas suizas y otros gadgets. En este país es habitual el regateo, y uno debe hacerlo a conciencia y sin remordimientos en la ídem. Si eres occidental, te van a poner unos precios desorbitados. Una de las primeras compras que hicimos fue un mantel. Nos pedían de entrada 110 yuanes, lo compramos por 60 (“Y-voy-a-la-ruina Ling” creo que era el nombre de la artista de teatro... perdón, vendedora) y al cabo de una semana compramos unos cuantos más... por 40 cada uno.

Pasamos una mañana entera en el parque frente a nuestra casa: Cui Hu o “Parque del lago verde”. Es un lugar donde la gente, principalmente jubilados, se reúne para tocar música, cantar y bailar, hacer taichi, volar cometas, etc... Tuvimos la oportunidad de contemplar un corro de gente tocando y cantando, marcando el ritmo a una pareja que bailaba. Y todo el mundo se lo pasaba endiabladamente bien, ¡incluidos nosotros! En el video que acompaña esta entrada queda el testimonio gráfico de ese interesantísimo momento. Cui Hu es un lugar tan interesante de Kunming que probablemente le dedique una entrada del blog en el futuro.

Fuimos también a visitar la calle de las tiendas de CDs (según la RAE también se le puede llamar “cederrón”, y yo me río) y DVDs. Como es habitual, Judit y Oriol llenaron bien sus maletas entre bolsos y manteles étnicos y material audiovisual. En la calle de las tiendas de CDs y DVDs entramos un momento en uno de los megacibers que hay en cualquier esquina de Kunming para consultar nuestro correo electrónico y descansar un poco. La comodidad de sus sillones no es poca, aunque la velocidad de conexión es una patata.

Noche en el ciber de la calle de los CDs y DVDs

Comer en Kunming es fácil. Bueno, lo es si no eres demasiado remilgado, si te gusta el picante o, en su defecto, si sabes pedir cosas sin picante (saber decir “sin nada de picante” es aún mejor). En todas las calles hay minirestaurantes bastante y muy machacados. Suelen ser sitios sucios y de mobiliario desvencijado, pero están muy bien de precio. En la puerta de algunos de estos restaurantes tienen barbacoas donde te cocinan pinchos de todo: carne, pescado, verduras, ... Je, el olorcillo es muy tentador, la verdad. Y más de una vez acabamos comiendo un arroz con pinchos variados. El precio oscila entre uno y tres yuanes por pincho, siendo uno lo que deberían cobrarte y tres un timo. Obviamente, una noche nos colaron un gol y pagamos entre uno y medio y tres yuanes por pincho. Bueno... quizás no fuera tan timo porque estábamos en un restaurante de la zona de copas donde siempre te cobran bastante más porque están abiertos todo el día (y la noche).


El cocinero y su barbacoa. El gorrito del hombre denota que es un musulmán

Judit, Oriol y yo comiendo pinchos. Nótese la Coca-cola anti-picante

Ahora que lo veo en la foto, cuento esto de la Coca-cola. En Kunming se come muy picante. Con perdón, se come jodidamente picante. Así que es casi inevitable que alguna vez que otra te caiga algo de ello en tu comida. Si insistes un montón, no te lo ponen, pero como no lo hagas... De modo que más de una vez acabamos casi saltando y con la lagrimilla en los ojos. Para estos casos siempre llevábamos una botella de Coca-cola bien fresca, pues el negro líquido no sé qué tiene que hace que el picor desaparezca más rápido.

Una de las cosas más interesantes que hicimos estos primeros días fue ir a visitar el “Parque de las culturas”. Se trata de un parque temático al estilo del “Pueblo español” de Barcelona. Es una zona ajardinada enorme en la que hay reproducciones de las viviendas características de las diferentes nacionalidades que hay dentro de China, desde los mongoles del norte a la cultura thai del sur. En el interior de los edificios se encuentra escenas domésticas e información sobre las costumbres y tradiciones de la cultura en cuestión.

Lucía y yo frente una edificación de Tíbet

Templo de estilo thai

Un servidor en la entrada de un poblado chino de no sé qué etnia

Además, en cada zona hacen espectáculos de baile étnicos, al final de algunos de los cuales los bailarines enseñan al público a bailar (no os perdáis el final del vídeo de esta entrada). Al entrar te dan un mapa con los horarios de los bailes para que puedas ir moviéndote por el parque viendo todos los espectáculos. Estos espectáculos de baile incluyen bailes con elefantes, pues al sur de Yunnan hay un pueblo que los domesticó.

Baile con elefantes

Visitar este parque es una gozada si uno es amigo de la jardinería. El lugar es enorme, cuenta con varios estanques y zonas arboladas entre los que discurren pequeños senderos y grandes y hermosas flores crecen por doquier. Hay una plaza con estatuas de los doce signos del zodíaco chino. No pudimos evitarlo: nos inmortalizamos en la habitual pose tonta.


Hermosas flores del “Parque de las culturas”

Oriol y yo, nacidos en 1981, polleando

Uno entre muchos de los estanques y puentes del parque

Cuando cae la noche, el parque es iluminado por miles de farolillos chinos, tanto los típicos rojos con letras chinas en negro, como con formas de dragones y demás fauna mitológica. Claro está, no podían faltar los monigotes olímpicos.

Farolillos de los monigotes olímpicos

Antes del cierre, y en una especie de anfiteatro enorme que hay en el parque, tuvo lugar un magnífico espectáculo de música y danza. Hay quién dirá que los bailes típicos han sido desvirtuados en pos del mero entretenimiento, pero la verdad es que yo lo disfruté. El video que acompaña esta entrada muestra principalmente los bailes de este espectáculo. No me quedé con qué baile era de qué etnia, salvo los bailes mongoles, así que los he bautizado yo a mi manera con ayuda de Lucía. Por ejemplo, había uno en que unas chicas en pantalón tan-corto-que-dirías-que-es-un-cinturón bailaban suave y muy sensualmente y que yo bauticé inicialmente como “Las macizas”, y que rebauticé como “Flores de primavera” tras un sensato comentario de Lucía.

El espectáculo lo conducía un presentador-cantante tibetano ataviado con ropas de su etnia. Cantaba bonitas canciones, tocaba una especie de flauta corta y contaba chistes (quién sabe si eran buenos), introduciendo los diferentes bailes y conciertos. Hubo un poco de todo, bailes que parecían de Bollywood, bailes mongoles (los que más me gustaron a mi), un hombre que hacía música haciendo vibrar una hoja... Por cierto, este pobre artista llevaba una rama con hojas de la que arrancó una para hacer su número. Se paseó entre el público regalando hojas. Y algunos personajillos del tres al cuarto tuvieron a bien a ir acosando al señor, primero pidiéndole hojas mientras tocaba para luego, ante el caso omiso del artista, arrancar algunas por su cuenta. De todo hay en la vía del Señor, reza el refrán.

También hubo una señorita tocando una flauta de calabaza china; un cuarteto de violinistas de violín chino de una sola cuerda; un número pretendidamente humorístico en que un “supuesto espectador” se hacía cargo de una orquesta (que tocó algunas notas de Star Wars e Indiana Jones, cosa que me sorprendió estando en China); incluso tres bailarinas salieron a demostrar que no sólo saben de baile clásico marcándose un baile moderno en plan videoclip con ropa sugerente.

La verdad es que fue un espectáculo con cierto regustillo al señor Moreno y sus noches de fiesta, pero como se trata de una cultura muy ajena a la mía lo disfruté como un enano. Debo admitir que el hecho de la ligereza de ropa de ciertos numeritos ayudó a que pasara un rato de lo más entretenido. ¡Y eso que no entendía los chistes del presentador! Al finalizar el show nos dirigimos hacia la salida, quedándonos por ver aún otro espectáculo. En mitad del lago central (grandioso, por cierto) tuvo lugar un número de fuegos artificiales, láseres, música y baile sobre el agua. A pesar del cansancio acumulado y que no pude entretenerme leyendo toda la información cultural, fue una visita en la que goce de lo lindo. Hay quien dirá que todo es de cartón-piedra y que le falta cierto espíritu, pero a mi me pareció una buena manera de descubrir la amplitud cultural del gigante asiático en un impecable entorno verde.

Para finalizar, dejo el habitual video. En este caso he recogido el recuerdo gráfico relacionado con la música y el baile de China que experimentamos estos primeros días. Música y baile en y desde el corazón de la gente de este gran país.


La música y el baile en China (33 MB)

1 comentario:

Jaumeta dijo...

Hla! Bé ja estem a Kunming, però caldrà que aviat facis una altra entrega, doncs el temps vola i volem saber que passa el dia a dia, sense fer turisme. Tot aixó abans no torneu al nostre pais.