08. Lijiang

A 150 kms al norte de Dali, en el noroeste de la provincia de Yunnan, se encuentra el encantador pueblo tradicional de Lijiang. El lugar es uno de los mayores polos de atracción turística de China pues su casco antiguo es de los pocos que se conservan casi íntegramente en todo el país. Y, al igual que Dali, esto se debe a un curioso motivo.

Trayecto Dali - Lijiang

Tuvimos la fortuna Lucía y yo de trabar amistad en Kunming con un señor holandés que trabaja para organismos internacionales. Hace unos años, un fuerte terremoto asoló la ciudad de Lijiang, dejando todo el área destrozada. La organización para la que trabaja nuestro amigo tuvo a bien mandarlo a cooperar a Lijiang y, luego, él nos comentó a nosotros por qué aún hoy el pueblo retiene su encanto. Tras el arrasador desastre natural el gobierno quería rehacer la ciudad, cómo no, siguiendo las nuevas corrientes estéticas y dejando para el olvido el tradicional casco antiguo. Por fortuna, las entidades internacionales que ayudaron a rehacer Lijiang, UNESCO entre ellas, pusieron al gobierno contra las cuerdas al decirle que no enviarían ni un solo céntimo a menos que se comprometieran a reconstruir tal cual estaba el casco antiguo. Y así es como Lijiang, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, puede visitarse a día de hoy como ejemplo de población tradicional china. Y la verdad es que el lugar destila encanto por todos sus poros.

Cuando llevábamos unas dos horas en el autocar que cogimos en Dali, subiendo y bajando por enormes sierras montañosas, tocaba hacer la parada de rigor para estirar las piernas, ir al baño o tomar algo el aire. A tal efecto, hay a mitad de camino entre estas dos poblaciones tan turísticas una especie de estación de descanso. Esta estación está en una loma inclinada en lo alto de las montañas, desde las que se disfruta de una impresionante vista de valles casi deshabitados. Y se compone de una gran explanada para aparcar vehículos, que en temporada alta suele llenarse de autocares (lo sé porqué el año anterior estuvimos en el lugar en temporada alta), y una gigantesca nave que acoge los baños, algunas tiendas de bebidas y víveres envasados y... una sala enorme llena de tiendas de joyería de jade y de medicinas tradicionales chinas.

Sí, una especie de centro comercial de conveniencia en el medio de la nada, pero donde todos los autobuses paran en sus rutas por el área. Creo que toda la región tiene cierta fama tanto por el jade como por las medicinas. Lo peor del caso es que, de nuevo cómo no, los precios de estas tiendas es asquerosamente alto. Lo mejor del caso es que uno puede aprovechar y descubrir, tocar y oler las medicinas chinas. Las hay de muy curiosas: desde setas secas de colores y olores especiales hasta una especie de plantas-gusano. Se trata de un gusano que, llegado un momento, se entierra y se convierte en planta. Yo aún no me lo explico, pero eso es lo que nos contaron. Tras algo más de dos horas más de viaje pusimos finalmente los pies en Lijiang para pasar allí dos noches. Aunque el lugar es mundialmente famoso por su casco antiguo, aquí también hay una ciudad más o menos moderna, con su habitual dosis de edificios grandes de horrendo diseño. Pero además también cuenta con callejuelas de casas nuevas hechas, más o menos, al estilo tradicional. La mayoría ubican en su planta baja un espacio que se aprovecha de tienda, ya sea restaurante, ferretería, o taller de forja industrial. Es increíble la de negocios de soporte a la industria que hay en estos pequeños locales.

El Lijiang actual: casas nuevas construidas al estilo tradicional

Andamos un poco y enseguida nos metimos en el casco antiguo. Lijiang es encantador, no me cansaré de repetirlo. A caballo de una gran colina, sus calles estrechas las configuran casitas de dos plantas, de fachada principal de madera barnizada o pintada de rojo y de tejado de tejas negras. Si bien la fachada que da a la calle principal suele ser de madera, las paredes laterales y trasera son de piedra encalada y pintada. Cuelgan de estos tejados farolillos rojos que añaden luz y color a las noches del pueblo.

Callejuela empinada, las paredes laterales de las casas son de piedra encalada

Los farolillos dan luz y color a la noche de Lijiang

Algunas de estas calles añaden serpenteantes canalillos de agua fresca, algunos tan grandes que configuran la propia calle. Hay incluso puentes de piedra que cruzan sobre alguno de ellos. Estos canales son los que han hecho especialmente famoso a Lijiang. Muchos bares y restaurantes han instalado sus terrazas junto a estos canales de aguas cristalinas. Donde no hay canales aparecen pequeñas plazas con fuentes y lavaderos, en uso hoy en día. Y en el canal más grande se pueden adquirir unas velitas sobre un pequeño barquillo de papel para prenderlas y soltarlas en la corriente, se supone que para pedir un deseo y que se te cumpla.

Una de las muchas y tranquilas calles con canal de Lijiang

El canal más grande, lugar para lanzar al agua velas con tus deseos

Restaurantes y bares situados junto a los canales

Llegamos a la ciudad sin reserva previa, pues sabíamos que la oferta de alojamientos del lugar es amplia y de buena calidad. El casco antiguo está lleno de casas tradicionales, de esas de patio central cuadrado flanqueado por tres edificios de dos plantas y un muro delantero con la puerta de acceso, que han sido reconvertidas a casas de huéspedes o albergues. Las habitaciones suelen incluir baño completo, y tanto su estado como su ubicación, en el corazón del casco antiguo, es excelente.

Pero en Lijiang uno se topa con un problema como el de Dali: si eres de fuera te intentan cobrar mucho más de la cuenta, incluso a los mismos turistas chinos. Así que lo primero que hicimos fue establecer una estrategia para conseguirnos alojamiento a buen precio: acordamos mandar a Lucía sola a negociar el precio de la habitación para luego entrar toda la “troupe”. Y funcionó. Tras visitar algunas casas de huéspedes, descubrimos una con las habitaciones recién reformadas a mitad de la colina más grande de Lijiang. Desafortunadamente las habitaciones de los pisos superiores, con vistas espectaculares sobre el mar de tejados chinos negros del pueblo, estaban ya cogidas pero nos dijeron que sus huéspedes marchaban al día siguiente. Otro factor negativo de las habitaciones del piso inferior era que no contaban con taza de váter, en su lugar había el tradicional baño de agujero (algo de lo más común en China, que conste). El precio acordado fue de 80 yuanes (unos 8 €) por habitación y noche.

Vista cenital de la entrada a nuestras habitaciones

Judit en la terraza superior de nuestra posada...

... desde la que se goza de una soberbia panorámica sobre Lijiang

Era ya bien entrada la tarde cuando salimos a descubrir los encantos de la ciudad. Invertimos el resto de la jornada deambulando por sus encantadoras calles y visitando sus innumerables establecimientos comerciales. En Lijiang hay muchísimas tiendas y aunque la mayoría ofrecen los mismos productos fabricados en serie que se encuentran por todo Yunnan, también se pueden encontrar tiendas-tesoros en las que elaboran auténtica artesanía. Así, por ejemplo, una de mis favoritas es una tiendecita vacía de cuyas blancas paredes cuelgan camisetas de colores. En una esquina del local se sienta un joven chino, apenas 20 años, pintándolas a mano. Y por 30 yuanes (unos 3 €), te pinta lo que quieras. Eliges la camiseta, le pagas y al volver en media hora, tiene lista tu camiseta.

La famosa tienda de las camisetas.
El artista-vendedor es el joven y alto chino de la derecha


También hay una tienda en la que un artista decora pequeñas botellitas por dentro pintándolas con motivos tradicionales chinos. Estas botellas se pueden encontrar, de hecho, por todo el país pero en ningún lugar como en esta población las hemos visto de la misma calidad. Además te piden de entrada un precio razonable, elevado lo justo para regatear amigablemente (hay gente en el país que no sabe hacer eso, os lo aseguro) y alcanzamos unos precios muy buenos. Finalmente adquirimos entre los cuatro varios artículos de la tienda.

Y algo fascinante de ver son también las tallas de madera que aquí tienen y hacen. Uno ve bastantes tiendas con este tipo de artesanía y se pregunta donde las tallaran. Pues bien, paseando por una zona algo alejada del centro más turísticos, descubrimos algunos bajos de casa en los que tenían el taller estos artesanos y Lucía se entretuvo un buen rato a contemplar su labor e intercambiar unas breves palabras con ellos. Y verlos trabajar era sin duda fascinante: la delicadeza, minuciosidad y el tiempo invertido en su trabajo le dejaron a uno sorprendido. Y el resultado de su labor es espectacular.

Artesanía en madera

Por la noche, volvimos a nuestra posada: “Panorama View Guest House”. Tomad nota del nombre pues al final sufrimos un par de problemas. El negocio cuenta con una terraza en el piso superior con una soberbia vista sobre los tejados de la ciudad, una estampa digna de recordar, os lo aseguro. Así que decidimos cenar allí.

Cena en “Panorama View Guest House”

Nos ofrecieron una comida típica china: una olla de caldo de pollo con un fogoncillo para ir calentándolo, un pollo enterito en su interior, verduras frescas para ir cocinándolas al gusto en el caldo y un bol lleno de arroz. Pero teníamos la mala suerte de haber topado con una gente pesada a más no poder y poco simpática en general: para decir una cosa se pasaban media hora hablando. Y tras discutir casi media hora sobre precios les dijimos: “de acuerdo, os pagamos los 100 yuanes (unos 10 euros) que pedís pero queremos quedar bien satisfechos”. Esperábamos algo más que lo que acabaron sirviéndonos, pues las verduras acabaron siendo tan sólo de dos tipos. Y en China por 100 yuanes se puede conseguir bastante más. Con la perspectiva del tiempo, pero, he acabado descubriendo que quizás el precio no era exageradamente alto. Eso sí, nadie les quita a la familia de “Panorama View” el ser unos pesados y algo malcarados.

Caldo de pollo con verduras sobre fogoncillo eléctrico

Pero al final nos lo pasamos genial en la cena, aunque alguno pueda decir que le resultó “algo desagradable”. En China hay dos tipos de pollo: el que conocemos en España y otro de piel negra, que es mucho más sabroso. El que nos trajeron resultó del segundo tipo. Además, toda la comida está siempre troceada, pues aquí no se usan cuchillos, sólo los típicos palillos. Y cuando digo que en el caldo estaba el pollo enterito, es que estaba enterito, enterito. Es decir, desde la cresta hasta las patas. No veáis qué gritos, risas y cachondeo cuando, removiendo el caldo con el cucharón para servir nuestros boles, a Oriol le apareció media cabeza y la cresta del pollo. A según quién descubrir algo así en el caldo no le sienta muy bien, y aunque la comida era muy sabrosa, no todo el mundo la disfrutó tras descubrir todo lo que había en su interior. Imprescindible el vídeo de esta entrada, pues es un excelente documento audiovisual de cómo fue la cena.

Para rematar, el segundo problema, otra vez cómo no, fue que los huéspedes de las habitaciones superiores no marcharon al día siguiente, tal como nos habían dicho los propietarios. Y uno sospecha que no fue una decisión repentina e inesperada de los huéspedes sino una estratagema para sacarnos el dinero de al menos una noche. No es que esté mal del todo el hecho, pero es que es toda una jugarreta contra nuestras buenas intenciones. Y como ya íbamos quemados de la cena de la noche anterior, recogimos nuestros bártulos y marchamos en pos de otra posada. Lo dicho, si alguna vez vais a Lijiang os sugiero evitar “Panorama View Guest House”.

Así fue como acabamos en otra casa de huéspedes, también en el centro del casco antiguo. Y esta vez dimos en el clavo. Lucía encontró una familia que recién había llegado a la ciudad y había adquirido y habilitado la casa como posada. Habitaciones nuevas con taza de váter y por sólo 60 yuanes por noche cada una (¿aún no sabéis cuántos euros son? Pues unos 6 €). Por desgracia el nombre de la posada está únicamente en chino (con caracteres, quiero decir), así que no lo pongo aquí. Si me entero algún día del nombre “occidentalizado” o si montan una página web, que lo dudo, actualizaré la entrada.

Desafortunadamente aún llevábamos la mosca detrás de la oreja tras los problemillas en “Panorama View” y cuando la mujer empezó a hablarle a Lucía, los demás nos pusimos algo a la defensiva y atosigamos bastante más de la cuenta a nuestra pobre intérprete. Suerte que Lucía es de la mejor pasta y atendió a la propietaria de la casa pues nos ahorró unos buenos euros.

En Lijiang se encuentran varios parques naturales con templos y monasterios de lo más interesantes. Pero para visitar cualquiera de ellos obligan a cada visitante en primer lugar a comprar una tarjeta que cuesta 80 yuanes (menos de 8 €). Luego, entrar en cada parque cuesta entre 60 y 100 yuanes por personas (de 6 a 10 €). Pues bien, la buena mujer llamó a una sobrina suya que ya tenía las tarjetas primeras y ella nos acompañó hasta el “Parque del estanque del Dragón Negro” y sacó las entradas. Y encima nos dejaron varios paraguas porque llovía.

Del parque es la estampa más característica de Lijiang. En él hay un estanque de aguas cristalinas, me repito y lo sé, sobre el que se refleja un puente y un pequeño templo, recortados ambos sobre un fondo boscoso y una enorme montaña permanentemente nevada.

La estampa más famosa de Lijiang:
el “Estanque del Dragón Negro (Hei Long Tan)”


A pesar de la lluvia la visita al parque fue una gozada para los sentidos. Al llover y no ser temporada alta no había casi nadie y la tranquilidad reinaba por todas partes. Pero una vez dentro y antes de acercarnos al famosísimo estanque, nos topamos con el “Instituto de cultura Dongba”, que es la cultura local de la etnia Naxi, los pobladores originales de la región. En este instituto nos aguardaban un guía que en un muy claro inglés nos mostró el instituto y nos contó un poco la historia cultural de la etnia.

Por lo visto, el lenguaje escrito dongba sólo se transmite de maestro dongba a hijo de maestro dongba. Actualmente tan sólo quedan ocho maestros dongba reconocidos. Y es un lenguaje escrito de lo más peculiar y explícito. Para hacernos una idea, nos mostraron y contaron cómo se escribía “Feliz cumpleaños”. Os describiré más o menos el dibujo: hay un pictograma que representa una casa con una pareja en el interior, él canta y ella baila, lo que indica felicidad; un sol sobre la casa indica que es un día; y finalmente, un pictograma de una mujer (es un muñeco de palo con pelo largo y pechos, por eso se sabe que es una mujer) de la que sale un bebé aún atado por el cordón umbilical, significa el momento del nacimiento. ¿Es o no es explícito este lenguaje? Si más no, es bien curioso.

Además, esta gente se hace un papel de excelente calidad a base de raíces o plantas locales de componente medicinal, lo que lo convierte en repulsivo para los insectos y hace que se conserve durante muchísimo tiempo. De hecho, nosotros estuvimos tocando un papel de 200 años de antigüedad, y había en vitrinas algunos de mil años de antigüedad. Casi al final de la visita, nos presentaron al maestro dongba, que enseña a toda la población. El hombre iba ataviado con un vestido tradicional de lo más pintoresco, pero lo más llamativo era su sombrero, tocado con larguísimas plumas de pavo real. Y, para recoger ayudas para conservar el instituto, el maestro se ofrece a escribir en un papel de estos de larguísima duración alguna frase a cambio de 50 yuanes (5 €). Oriol y Judit decidieron hacerse uno que conmemorara la fecha en que empezaron a salir (creo recordar). Aquí queda testimonio de su papel con la frase dongba, junto al maestro de dicha cultura.

Oriol, Judit y el maestro dongba

Luego salimos del instituto y deambulamos por el parque un buen rato. Nos retratamos junto al estanque que da nombre al lugar, recorrimos sus preciosos jardines y nos perdimos siguiendo un camino que corría junto al río que alimenta el estanque.

Lucía y un servidor en el estanque del Dragón Negro

De nuevo la parejita en los jardines del parque

En el bosque que rodea el estanque, hay muchas y muy coloridas arañas


Y, poco antes de salir, nos topamos con un pequeño concierto de música tradicional china. Junto al templo del estanque hay una casa de gran porche en el que se sitúa la orquestra para deleitar a los visitantes del parque con una selección de la música antigua de la región. Fue encantador disfrutar del espectáculo casi en solitario, pues no había más que un par de monjes del monasterio, un grupo reducido de turistas occidentales y un gato gordo que se encariñó de Lucía y su calorcito y se subió a dormir en su regazo. Ella, claro está, encantadísima y los monjes le dijeron que se podía llevar el gato, que había muchos en la zona.

Orquesta en Hei Long Tan

Al salir del parque, hambrientos, nos perdimos por el centro de Lijiang, acabando para comer en un bonito, cómodo y no muy caro bar-restaurante de corte occidental: el “Prague Café”. En él le hincamos con ganas el diente a grandes bocadillos, pues hacía mucho que no catábamos el pan y se echaba de menos. Luego, pasamos de nuevo la tarde entera buceando entre los comercios de la localidad, siendo testigos de paso de algo un poco extraño.

Paseando por entre las callejuelas nos encontramos con un grupo de señores de mediana edad y bien trajeados zarandeando a un hombre vestido y pelado como un monje que sollozaba. Aquello era un poco “rollo mafia” y procuramos pasar de largo desapercibidamente. Bueno, la verdad es que la calleja era estrecha y pasamos a medio metro del monje, pero con sutileza y discreción.

Cayó la noche, cenamos y marchamos agotados a dormir. La mañana siguiente tomamos otro autobús de nuevo rumbo al norte. Zhongdian, la actual Shangri-la, nos aguardaba en las estribaciones meridionales de los Himalaya.

Recomiendo encarecidamente echar un vistazo al video de esta entrada, pues es un documento audiovisual que retrata lo fantásticamente bien que lo pasamos en un entorno paisajístico de lujo, además de que rebosa de las risas que nos acompañaron todo el viaje. Espero que lo disfrutéis.


Lo que vivimos en Lijiang (74 MB)