02. El primer paso

"Cualquier camino empieza con el primer paso"

Ahí estaba yo, bien consciente de que nada podía imaginar respecto la aventura que estaba iniciando. Y si bien no puedes saber qué te aguarda tras los recodos del sendero, sí que puedes afrontar cada suceso con clase y elegancia.

Amigo, no sabes la que te viene encima. Eso sí, tú siempre con “estilo”.

Septiembre de 2007, jueves 27. Me levanté temprano, el equipaje preparado la tarde anterior. Era el momento de despedirme de mi más próxima familia. Porqué de la no tan próxima, maldita sea mi estampa, no llegué a despedirme. Tíos y tías, primos y primas: las circunstancias me robaron el tiempo que os quería dedicar y falté a tan importante cita. Desde aquí mis humildes disculpas por no haber siquiera dado un telefonazo a quién tan cerca ha estado siempre.

Y con estos pensamientos en la cabeza, dije adiós a mi querido hermano, ese tipo tan especial; luego a mi padre; finalmente a mi madre. A media mañana llegaron mis abuelos maternos, ya faltaba bien poco para la partida y todo parecía bien trincado. Llegaron Lucía y su padre con Yaling y Sofía, y todos juntos partimos en pos de Judit y Oriol. Al fin, el primer paso.

Yaling y Sofía son la mujer del primo de Lucía y su hija. Ambos padres trabajan de camareros en "Pato Pekín Puerto Olímpico", el magnífico restaurante de la familia de Lucía. Si queréis rematar una agradable mañana de paseo por la zona del Puerto Olímpico de Barcelona o empezar bien una noche de diversión, no dudéis en disfrutar de la excelente comida china en este inmejorablemente situado restaurante. Bien, esta primeriza mamá y su hija se dirigían a Hong Kong para visitar a los abuelos de Sofía y dejar a la niña a su cuidado durante algún tiempo. Aprovechando nuestro viaje, Yaling podía realizar el suyo mucho más cómodamente pues llevar a un bebé y todo su equipaje volando por medio mundo es tarea harto difícil, aunque Sofía es de los bebés más agradables que he conocido: raramente llora, y si lo hace, apenas dura 4 segundos su llanto, siempre sonríe y por nada protesta.


Yaling y Sofía, preciosa bebé que nos alegró todo el viaje.

Judit y Oriol son una encantadora pareja de amigos nuestros. Conozco a Oriol desde el parvulario. Compartimos una infancia dorada en la escuela Dolors Monserdà / Santapau, de la que ambos guardamos excelentes recuerdos. Y a lo largo de los años, tuve la suerte de mantener buen contacto con tan apreciada persona. Últimamente compartimos algunas peripecias empresariales y estrechamos nuestra relación, hasta el punto que él y Judit no dudaron en lanzarse a la aventura junto con nosotros, para visitar durante sus dos semanas de vacaciones Hong Kong y Yunnan en mútua compañía. Y así, esa mañana de septiembre en la que el Sol de Iberia quiso despedirnos con su mejor cara, los seis pusimos proa a la gran China.

Judit y Oriol en el B-747 que nos llevó hasta Hong Kong.

¿Recordáis que, para mí, la mejor manera de empezar un viaje es llenar el petate de buenísimos recuerdos y mejores deseos? Pues en verdad lo llené bien lleno: más de veinte kilos marcó la balanza del aeropuerto. Sin conocer el tiempo que moraremos en Kunming, me avituallé con el máximo de cosas que pude, incluido un NAS TS-101.

NAS TS-101

Algunos os estaréis preguntando qué demonios es eso, así que aprovecho la ocasión para promocionar un poco el aparato. NAS son las siglas de "Network Attached Storage", que en castellano significa más o menos "unidad de almacenamiento en red". En esencia se trata de un miniordenador con un disco duro con diferentes (y muy interesantes) funciones que trabaja conectado en red local, por lo que se puede acceder a él desde cualquier ordenador de la red, ya sea PC o MAC. Entre tales funciones cabe destacar:

  • Estación de descarga. Vía Emule, ftp, descarga directa y bittorrent; apaga el ordenador y deja funcionando sólo este aparatito de mínimo consumo y menor ruido.
  • Estación multimedia. Para reproducir vídeos, fotos y audio vía UPnP en tu Playstation 3, XBox o directamente en la TV.
  • Estación de copias de seguridad. Diseñado espcíficamente para esta función, puedes programar tareas de copia de seguridad y mantener a salvo toda tu información.
  • Servidor de impresora. Para poder compartir una impresora con toda la red sin tener que encender otro ordenador.
  • Servidor de ficheros. Tanto en red local como por internet, para compartir ficheros, entre PCs, entre MACs y entre ambos tipos de ordenador.
  • Servidor web. Para alojar en él tu propia página web y no depender de servidores externos.
  • Y como se trata de un miniordenador, se pueden desarrollar programas específicos a cada necesidad.
De hecho es por esta última característica por lo que os hablo de este aparato aquí y ahora. Junto con Lucía, Oriol y unos amigos hemos estado desarrollando un programa para que la gestión de todas estas funciones del NAS sea extremadamente sencilla. Quizás a primera vista parece que no haya nada nuevo en esta máquina, pero desde que lo tengo le saco humo a las descargas; y como Lucía usa MAC, mediante el NAS no tenemos ningún problema para compartir archivos, se acabó el ir arriba y abajo usando memorias flash, o trasteando con el cable de impresora cada vez que se quiere imprimir desde un ordenador distinto. ¡Ah! Y he podido traerme mi extensísima colección musical en MP3 sin necesidad de grabar cuarenta DVDs. Solamente haciendo una copia de seguridad de la carpeta de música, en cinco minutos la tuve en el NAS lista para el transporte.

¿A qué carajo viene esta descarada publicidad? Pues es que si necesitáis una solución como las que el NAS ofrece, podéis comprarnos a nosotros uno de estos equipos. Nuestra página web es www.softmeior.com, la que figura en la lista de enlaces del blog. Aquí podéis encontrar un texto aún más cutre que el mío pero que muestra cómo se puede usar un equipo de estos. Y aquí una referencia técnica de la máquina.

Y tras este extenso (y pesado) inciso, prosigo con el relato de nuestro primer paso. ¿Por dónde iba? Sí, en el aeropuerto del Prat. Debido a ciertas complicaciones a la hora de comprar los billetes todos juntos, Yaling, Sofía, Judit y Oriol partían hacia Londres Heathrow en un vuelo que salía una hora antes que el nuestro. Mientras esperábamos nuestro vuelo, nos hicimos esta bonita foto que quiero compartir con vosotros:


Lucía y yo en el aeropuerto del Prat

Otra pregunta más: ¿Qué sería de un viaje sin sus particulares dificultades y contratiempos? Más aún, por lo visto, cuando se viaja con Oriol. ¡Menudo Jaimito! En esta ocasión se trataba de un problema burocrático. Resulta que, sin darse cuenta, Oriol y Judit adquirieron sus billetes de vuelta de Londres a Barcelona desde un aeropuerto londinense distinto de Heathrow y, además, sin suficiente tiempo como para hacer el trasbordo. Eso sin contar el precio del transporte entre aeropuertos, que en la city británica es altísimo. La agencia online que les vendió los billetes les informó que el proceso para realizar el cambio de billetes pasaba por los mostradores de Air New Zealand, la compañía operadora de los vuelos Heathrow-Hong Kong, Hong Kong-Heathrow. Una vez en Londres, y con más de tres horas por delante, Oriol, Judit y nuestras queridas asiáticas se dirigieron al mostrador de dicha compañía para registrarse en el vuelo y solucionar el “pequeño incidente” del vuelo de vuelta. Pero, como bien sabe Oriol, estas cosas nunca son tan fáciles como te las quieren vender. Así fue la cosa:

  • Paso 1: Llegada a la terminal 2. Trasbordo interno hasta la terminal 3, de donde parten los vuelos transcontinentales. Tiempo de trasbordo: unos 20 minutos.
  • Paso 2: "Señorita de Air New Zealand, ¿sería tan amable de hacerme el cambio de vuelo para que pueda volar directamente a Barcelona desde Heathrow?" "Pues no, esos vuelos los opera la otra compañía que es... déjeme ver... Iberia. Tiene que ir al mostrador de Iberia, en la terminal 2". Y Oriol de vuelta a la terminal 2, mientras Judit, Yaling y Sofía, aguardaban en la terminal 3.
  • Paso 3: Llegamos Lucía y yo a la terminal 3, donde nos encontramos con las tres chicas, ellas nos ponen al día de lo sucedido.
  • Paso 4: Llega Oriol de vuelta a la terminal 2. Veinte o treinta minutos entre controles de metales, colas y autobús de enlace. En el mostrador de Iberia le dijeron que era un vuelo compartido con British Airways, y que tenía que ir al correspondiente mostrador. De British Airways le rebotaron de nuevo a Iberia, y de Iberia lo re-rebotaron otra vez a Air New Zealand.
  • Paso 5: De vuelta a la terminal 3, veinte minutos más de controles de metales, colas y autobús de enlace. Apareció ante nosotros bien sudado tras sus carreras por el gran aeropuerto londinense. Nos presentamos en el mostrador de Air New Zealand. Esta vez somos Oriol, Lucía y yo. La chica de la compañía nos atiende y, tras mirar mil y una cosas y consultar por teléfono con otros colegas nos informa que el billete no admite cambios y que lo siente, pero nada se puede hacer.

Ya os podéis imaginar a Oriol. Casi tres horas corriendo arriba y abajo por Heathrow, pasando los controles de metales con sus correspondientes colas, bajo la presión de ir contrarreloj y sabiendo que si no conseguía cambiar los billetes iban a tener un problema gordo a la vuelta. Afortunadamente es un optimista empedernido y tiene un formidable carácter que ya quisiéramos muchos para nosotros. Y con cierta resignación, pero divertidos por las batallitas que podríamos contar a familia y amiguetes, dejamos el mostrador y esperamos turno de embarque. Personalmente (soy también optimista) era de la opinión que en Hong Kong le cambiarían el billete sin muchas dificultades... pero eso es algo que aún tardaré un poco en desvelar.

Sigamos... ¿qué? ¿Qué ya he escrito demasiado? ¿Qué resulta bastante aburrido? Lo entiendo. Pues abreviaremos un poco. Embarcamos, no sin evitarnos algún que otro percance más, como este brutal ataque a Lucía:


Bella atacada por Bestia.

Si hay una buena y útil virtud en el viajero de larga distancia, ésta es su capacidad para dormir. O en su defecto, para entretenerse. Las 12 horas de vuelo no parecen tantas si consigues fácilmente lindos sueños, como más o menos decían los Celtas Cortos, o si eres juguetón como un niño. ¿En cuál de estos dos grupos pondríais a Oriol?

Oriol entretenido.

¿Tanto “flipe” para esto?

Como podéis ver, el Boeing 747 de Air New Zealand iba muy bien equipado. Cada asiento tenía su pantallita con una consola que te permitía elegir entre ver diferentes películas y documentales, escuchar la radio o jugar con cuatro tontos juegos flash como el majiang (algunos lo conocen como “Mah Jong” o algo así), el ajedrez, una versión del mítico “Space Invaders”, el Black Jack y otros por el estilo. Además, a Yaling le asignaron un asiento en primera fila del compartimiento porque justo enfrente de ella había una cuna plegable adosada a la pared en la que Sofía viajó cómodamente todo el trayecto. Sí señor, comprobad siempre que viajéis a esta parte del mundo si hay algún vuelo de Air New Zealand: precios muy económicos, facilidades para cambiar fechas de vuelo (por esta razón cogimos Lucía y yo este vuelo, pues podemos cambiar la fecha de vuelta) y aviones muy bien equipados y en los que sirven buenos ágapes.

Y, finalmente, llegamos de una pieza a Hong Kong. Y aquí se acaba esta entrada... ¡Jajaja, que no! ¡Que no me he olvidado! Sé que aún tengo que contar qué sucedió con el vuelo hasta Barcelona de Judit y Oriol. Y os advierto, que unas cuantas cosillas más también van a caer.


Efectivamente, en Hong Kong. ¡O, al menos, en un aeropuerto chino!

¡Qué emoción! Pisar tan lejana parte del mundo, aspirar los aromas de tan mítica ciudad, saberse en uno de los mayores puertos del mundo (cada loco con su tema)... es algo que me encantó experimentar. Al poco de desembarcar, tras recoger nuestro equipaje, vivimos una emotiva situación: allí estaban los abuelos de Sofía ansiosos de conocer a su nietecita. Preciosa la estampa, de verdad. Es la magia de las relaciones humanas, ¿no es así? Y luego... al mostrador de Air New Zealand, para discutir de nuevo sobre la conexión de vuelta. Pero esta vez fue bastante sencillo. Las chicas de la compañía escucharon nuestra situación y enseguida procedieron a realizar el cambio. Así de fácil. Cómo están montadas las cosas para que, tratándose de la misma compañía, unas personas te den una solución y otras no. Seguro que este tipo de situaciones a nadie le suenan a nuevo.

Con todo el trasiego, la noche había caído en la bahía para cuando acabamos todos los trámites y, acompañados por la familia de Yaling, abandonamos el modernísimo aeropuerto camino de Kowloon (nombre de un área de Hong Kong), en pos de nuestro hotel. Cogimos uno de los míticos autobuses de dos pisos estilo británico, recorrimos una gran autopista con el ordenamiento del tráfico invertido, lo que es otra manera de decir que conducen del revés, o sea, el típico comentario, y nos maravillamos de la estampa de tan especial ciudad. Poco a poco, el autobús se adentró en las entrañas de la ciudad, y empezó a serpentear entre coches, autobuses y demás tráfico rodado bajo los famosos carteles de neón, junto a unas aceras repletas de gente y flanqueado por altísimos edificios de viviendas y oficinas. Hong Kong nos mostraba que es una de las más populosas urbes del mundo.


Una calle de Hong Kong, el cielo oculto tras los coloridos paneles de neón.


En autobús por Hong Kong, de noche.

Finalmente llegamos a nuestro destino: Nathan Road 40, Chungking Mansion. ¿A alguién le dice algo este nombre? Desde luego es un lugar que da para mucho hablar, así que mejor aguardo hasta la próxima entrega de este relato...

No hay comentarios: